Camila palideció al comprender las implicaciones.
“Te daré una semana para pensarlo”, continuó Ricardo.
50.000 mensuales o inicio el proceso legal para reclamar la custodia compartida.
Y créeme, tengo amigos que pueden conseguirme un buen abogado.
Después de que Ricardo se fue, el apartamento se sintió contaminado por su presencia.
Camila estaba sentada en el sofá, sus manos temblaban ligeramente.
“¿Puedes hacer lo que dices?” preguntó Alejandro.
—Sí —respondió Camila en voz baja.
“En México, los padres biológicos tienen derechos, incluso si no estuvieron presentes.
Y tienes razón sobre cómo vería mi situación un juez.
Una madre soltera que vive con un hombre rico.
Podrían argumentar que no es un ambiente estable para Isabela.
Eso es ridículo.
Es la realidad.
Camila se frotó las sienes.
El sistema favorece a los padres, especialmente si tienen recursos.
Y no tengo forma de librar una batalla legal contra él.
Durante los siguientes días, la dinámica entre Alejandro y Camila cambió dramáticamente.
Se volvió distante, eficiente, pero fría.
Evitó las conversaciones casuales que habían comenzado a disfrutar.
Se encerraba en su habitación con Isabela tan pronto terminaba sus tareas.
Alejandro intentó ayudar, ofreciendo pagar abogados, para enfrentar directamente a Ricardo, pero Camila rechazó cada oferta.
“Éste es mi problema”, insistió.
No voy a ser tu caso de caridad.
No eres caridad, eres lo que lo interrumpió.
¿Qué soy? Alejandro, tu empleado, tu amigo, tu proyecto social.
Porque necesito saberlo antes de que esto se complique más.
La pregunta los dejó a ambos sin palabras, porque la verdad era que ninguno de los dos sabía exactamente qué eran el uno para el otro.
Una semana después, Ricardo regresó.
Esta vez no vino solo.
Trajo a un hombre con traje que se presentó como su abogado.
“¿Ya lo decidiste?” preguntó Ricardo, sentándose de nuevo en el sofá como si fuera suyo.
No te voy a pagar, respondió Camila, pero estoy de acuerdo en que tengas visitas supervisadas con Isabela.
Una vez a la semana, durante dos horas, en un lugar público, Ricardo se reía.
Visitas supervisadas como si fuera un criminal.
No, Camila.
Quiero custodia compartida, fines de semana alternos, vacaciones divididas y pensión alimenticia sobre mi cadáver.
Entonces nos vemos en la corte.
Ricardo se puso de pie.
Mi abogado ya preparó la demanda.