Millonario Atrapó a Su Novia Humillando a la Pobre Sirvienta… Su Siguiente Acción Dejó a Todos Sin Palabras
«Lo escuché todo».
El color se drenó del rostro de Vanessa. Abrió la boca para hablar, pero Ethan levantó una mano, deteniéndola a mitad de frase. Rosa bajó la mirada, avergonzada de haber sido sorprendida en ese momento. El corazón de Ethan se encogió, no por Vanessa, sino por Rosa, que había soportado una humillación que nunca mereció.
En ese momento, Ethan se dio cuenta de que este era un punto de inflexión, no solo para su relación, sino para el tipo de hombre que quería ser en el futuro.
La tensión en la sala era insoportable. La postura de Vanessa se puso rígida, sus ojos se movían rápidamente de Ethan a Rosa, como calculando cuánto había escuchado realmente.
«Ethan, no lo entiendes», comenzó Vanessa, su voz temblando ligeramente. «Estaba siendo irrespetuosa. Solo la estaba poniendo en su sitio».
La mandíbula de Ethan se tensó. «¿Su sitio?», Su voz era baja, controlada, pero con un matiz de acero. «¿Y cuál es ese sitio, Vanessa?».
Vanessa parpadeó, poniéndose repentinamente a la defensiva. «Es la ayuda. Ella limpia. Eso es todo. No permitas que te engañe con su triste historia. Esta gente siempre exagera sus problemas para obtener compasión».
Rosa se estremeció ante las palabras, sus nudillos se pusieron blancos alrededor del trapo que aún agarraba. Quiso desaparecer, encogerse en el suelo de mármol bajo sus pies. Ethan, sin embargo, se acercó, sin apartar la mirada de Vanessa.
«¿Sabes lo que veo cuando miro a Rosa?», preguntó Ethan. «Veo valor. Veo a alguien que trabaja más duro en un solo día de lo que probablemente has trabajado tú en toda tu vida. Veo dignidad, incluso cuando se la trata injustamente. ¿Tienes alguna idea de lo insultante que es menospreciarla por el mismo trabajo que permite que esta casa funcione?».
El rostro de Vanessa se enrojeció, su máscara se resbalaba. «¿En serio te pones de su lado? Ethan, es una sirvienta. Nunca estará a tu nivel, ni al mío. No seas ingenuo».
La risa de Ethan fue corta, sin humor. «¿A mi nivel? Vanessa, ¿sabes siquiera cuál es mi nivel? No heredé ni un centavo. Fregué mesas en cafeterías. Trabajé doble turno en almacenes. Dormí en mi coche más noches de las que puedo contar. La vida de Rosa está mucho más cerca de la mía de lo que la tuya lo estará jamás».
Los ojos de Rosa se abrieron como platos, un destello de gratitud traspasó su vergüenza.
Vanessa, desesperada, intentó alcanzar la mano de Ethan, pero él se apartó. «Ethan, no puedes tirar por la borda todo lo que tenemos por una sirvienta».
Las palabras sellaron su destino. La decisión de Ethan se cristalizó en ese instante.