Un niño huérfano encontró una lujosa bolsa Gucci repleta de dinero, pero en lugar de tomarla eligió devolverla sin imaginar que pertenecía a una de las mujeres más ricas de la ciudad. Lo que ocurrió después te dejará sin palabras. El cielo de la ciudad estaba nublado y en la cima de uno de los rascacielos se encontraba Valeria. No era una mujer común.
Su nombre aparecía en revistas de negocios, se mencionaba en reuniones importantes y era un modelo para millones de emprendedores jóvenes. Sin embargo, tras sus logros brillantes, Valeria cargaba con una herida que nunca sanó. La pérdida de su único hijo Raúl por un descuido que terminó en tragedia, Valeria nunca se perdonó y prohibió que mencionaran el nombre de Raúl en su presencia.
cerró todas sus emociones y no dejó espacio para sus sentimientos. De repente, su teléfono vibró, un mensaje de su asistente. Los inversionistas de Qatar pedían adelantar la reunión a las 5 de la tarde. “Señora, ya están en la oficina central.” Valeria respondió sin inmutarse.
Trae el auto bajo enseguida caminó a su amplia sala y tomó una bolsa pequeña de la mesa. Era una Gucci de edición limitada recién llegada de Milán enviada por su boutique habitual. La piel aún estaba rígida, el color brillante. El elevador descendía lentamente y una música suave sonaba, pero no lograba atravesar el silencio en su mente.
Cerró los ojos por un instante y en un raro segundo vio el rostro de Raúl. a sus 5 años con una sonrisa inocente. Ese rostro apareció en la oscuridad de sus párpados y lo apartó de inmediato. La puerta del elevador se abrió. Su chóer personal ya esperaba afuera junto a un auto negro lujoso con la puerta abierta.
Estaba a punto de subir cuando su teléfono vibró nuevamente. Esta vez era el director financiero. “Señora, acabamos de recibir una notificación de auditoría fiscal. Hay documentos que debe revisar de inmediato. Envíemelos a mi correo, respondió Valeria rápidamente. En ese instante se apartó del auto. En su mano izquierda llevaba la bolsa Gucci que acababa de tomar.