Suspiré y llamé a mi cuñada, Lisa. Tal vez ella también estaba preocupada. •
-Mamá se casa —dije apenas atendió.
—Lo sé —respondió con emoción—. ¡Es maravilloso!
—¿Maravilloso? Lisa, apenas conoce a este hombre. ¡Y una boda a esta edad! No tiene sentido.
Lisa rió
—Mira, entiendo tu sorpresa, pero mamá ha estado sola desde que papá falleció. No ha dejado de hablar de lo feliz que se siente. ¿De verdad crees que es una mala idea?
Me quedé callado. En verdad, ¿era una mala idea? ¿O simplemente no encajaba con lo que yo creía que era
“normal” a su edad?
Esa tarde, decidi visitar a Doreen. Cuando llegué, la encontré sentada en su sillón favorito, con una sonrisa de oreja a oreja.
-Querida —dijo, tomándome las manos—. Sé que esto puede parecer una locura para ti. Pero he pasado demasiado tiempo preocupándome por lo que otros piensan. Quiero ser feliz. Y Frank me hace feliz.
La miré, observando la luz en sus ojos, la emoción en su voz. No era una adolescente ilusionada ni una mujer desesperada. Era alguien que había encontrado una razón para sonreir otra vez.
– Solté un suspiro.
Si esto es lo que realmente quieres… entonces estoy feliz por ti. •
Doreen me abrazó con fuerza
El día de la boda, cuando la vi caminar por el pasillo con su vestido blanco y su sonrisa radiante, entendí algo:
la felicidad no tiene edad. El amor tampoco.
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