Mi suegra me empujó porque no tuve un hijo varón — pero un día, mi hija encontró algo que lo cambió todo.

“Mamá, la tomé del cuarto de la abuela Rosario. Siempre la escondía. Solo tenía curiosidad…”

Abrí la caja — y sentí que el aire me faltaba.
Dentro había papeles de ultrasonido.
En cada página, se leía claramente:

“Sexo: Masculino.”

El tiempo se detuvo.
Era el ultrasonido de mi primer embarazo — el bebé que Doña Rosario dijo “parece niña” y por eso me obligó a tomar hierbas para “limpiar el vientre”, porque “seguro será otra hembra de mala suerte”.

Pocos días después, sangré sin parar y casi pierdo la vida.
El médico dijo que había perdido al bebé.
Hoy entendí — era un niño.
Y Doña Rosario escondió la prueba de su propio crimen en una caja.

Mis tres hijas me abrazaron.
Lloré en silencio. No solo por el dolor, sino por comprender cómo el mundo castiga a una mujer solo por no dar a luz a un varón.

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