— “Te dije que no quería, pero elegí a mi papá. ¿Sabes cuánto duele esto, mil veces más?”
Lan lloró, abrazó su vientre como protegiendo al bebé. Viendo esa escena, sentí odio y tristeza, enojo e impotencia al mismo tiempo.
Esa noche, busqué el viejo cajón donde guardaba la carta de mi mamá. Apareció la letra familiar:
— “Nam, solo deseo que vivas con bondad, ames a las personas y valores a tu familia. Si algún día vuelves a caminar, perdónalo y no lo abandones.”
Mis lágrimas corrieron por toda la página. Mi corazón estaba roto y salvado a la vez.
En el día de la boda, estuve parada fuera de la puerta, mirando a mi papá con su sencillo traje, a Lan con su vestido blanco, acariciando suavemente su barriga. Mi corazón latía rápido. Quería apresurarme, gritar “¡No!”, pero mis pies parecían pegados al suelo.
Al final, solo dejé un sobre:
— “No puedo bendecirte, pero tampoco puedo odiarlos. Me voy, espero que sean felices.”
Me di la vuelta y caminé lejos. La música de la boda resonaba detrás de mí, y cada paso parecía pisar mi propio corazón.
Mi juventud, mi familia — todo se rompió en ese momento.