Mi padrastro fue obrero de la construcción durante 25 años y me crio para obtener mi doctorado. Entonces, el profesor se quedó atónito al verlo en la ceremonia de graduación.

El día que me trajo a la ciudad fue el día en que vi la profundidad de su amor.

Llevaba una gorra de béisbol vieja, una camisa arrugada, zapatos que le pellizcaban los pies y manchas de sudor corriendo por su espalda. En sus manos llevaba no solo mi equipaje, sino también una caja de «regalos de la ciudad natal»: unos kilos de arroz, un frasco de pescado seco y sacos de cacahuetes tostados.

Antes de dejarme en las puertas del dormitorio, dijo en voz baja:
— «Haz lo mejor que puedas, niña. Estudia bien».
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Más tarde, cuando desempaqué la comida de mi madre envuelta en hojas de plátano, encontré una pequeña nota doblada. En el interior, en su letra torpe, decía:

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— «Tatay no entiende lo que estás estudiando. Pero sea lo que sea, Tatay trabajará para ello. No te preocupes».

Lloré en mi almohada esa noche, agarrando la nota como un salvavidas.

Parte IV – El peso del sacrificio

La universidad fue difícil. La escuela de posgrado fue más difícil. Trabajé de noche dando clases particulares a niños, traduje documentos y vivía con fideos instantáneos. Cada día festivo, cuando volvía a casa, encontraba a Tatay más delgado, su espalda más doblada, sus manos más agrietadas.
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Una vez, lo vi sentado en la base de un andamio, jadeando pesadamente después de arrastrar sacos de arena. Mi corazón se rompió. Le dije que descansara. Él solo sonrió y dijo:

— «Tatay todavía puede manejarlo. Cuando me siento cansado, pienso: estoy elevando un doctorado. Eso me enorgullece».

No podía decirle entonces que un doctorado significaría años de sacrificio aún más largos. En cambio, sostuve su mano y me prometí en silencio:
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Terminaré esto, por él.

Parte V – La defensa de la tesis

Por fin, llegó el día: mi defensa de doctorado en UP Diliman.

Le rogué a Tatay que asistiera. Al principio se negó, diciendo que no tenía ropa adecenada para tal evento. Pero después de mucha persuasión, le pidió prestado un traje a su primo, usó zapatos una talla demasiado pequeña y compró un sombrero nuevo en el mercado del distrito.

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