“Mi marido trajo a su amante embarazada a nuestra cena familiar, pero ciertamente no esperaba los documentos que había preparado para él”.

“Tengo que presentarles a alguien”, anunció.

Me quedé paralizada. No había dicho nada parecido. El silencio invadió la sala.

Un momento después, la puerta principal se abrió, revelando a una joven que nunca había visto. Era hermosa: cabello largo y negro, un vestido ajustado que no ocultaba en absoluto su redondeada barriga de embarazada. Les dedicó una sonrisa tímida y fue directa a pararse junto a Marcus.

“Esta es Camille”, dijo, con voz ahora segura. “Significa mucho para mí. Vamos a tener un bebé”.

Sus palabras explotaron como una bomba. Mi madre dio un salto. Sus padres intercambiaron una mirada de horror. Lucas dejó caer el tenedor y los ojos de Sophie se llenaron de confusión y miedo.

Permanecí inmóvil. La impresión me había paralizado. Mi esposo, el hombre con el que había compartido casi veinte años, acababa de presentar a su amante embarazada en medio de una cena familiar.

Camille bajó la mirada, fingiendo vergüenza, pero con orgullo se puso la mano sobre el estómago. Marcus la rodeó con un brazo, como para protegerla del juicio.

Su hermana se atrevió a susurrar: “Marcus… ¿qué haces?”.

“Solo digo la verdad”, replicó. “He encontrado la felicidad, la verdadera felicidad. No puedo ocultarlo más. Camille y yo vamos a formar una familia, y quiero que lo sepas”.

Esas palabras deberían haberme destrozado. Quizás sí. Pero en lugar de derrumbarse, algo dentro de mí se cristalizó. Este momento, sin saberlo, lo había estado preparando durante mucho tiempo.

Porque mientras Marcus se alejaba de mí, no me quedé de brazos cruzados. Las llamadas nocturnas, las excusas vagas, las ausencias… todo se había convertido en evidencia. Incluso terminé contratando a un investigador privado.

Durante semanas, un sobre lleno de fotos, registros de llamadas y recibos de hotel había estado guardado en un cajón. Y dos días antes de esta cena, había ido más allá: había solicitado el divorcio.

Así que, mientras Marcus presumía, saqué con calma una carpeta de cartón de debajo de mi silla. Mis manos…

No temblaban. Mi voz no tembló.

“Interesante, Marcus”, dije en voz baja, dejándolo sobre la mesa. “Porque yo también tengo un anuncio”.

Saqué el primer documento, sellado y firmado.

“Esta es nuestra solicitud de divorcio. Se presentó ayer”.

La palidez desapareció de su rostro. Movió los labios, pero no emitió ningún sonido.

“Sé lo de Camille desde hace meses”, continué con voz firme. “Sé lo de los hoteles, las cenas, los supuestos viajes de negocios. Sé que pagaste su apartamento con nuestra cuenta conjunta. Lo sé todo”.

Leave a Comment