“¡Ya te lo dije, ahora mismo es difícil!”, respondió Mikhail. “Quizás si no hubieras gastado como un loco…”
“Ah, ¿entonces ahora es mi culpa?”, preguntó Anna, sacudiendo al bebé que lloraba. “¡Quizás deberías buscarte un trabajo de verdad en lugar de coquetear con cajeras!”
“¡No coqueteé!”, gruñó.
Anna rió con amargura:
“No engañaste a Lena, ¿verdad?”
Apenas pude contener una sonrisa. Qué dulce venganza.
Mikhail, exasperado, recuperó su tarjeta: el cajero se la devolvió, impasible.
“Es increíble”, susurró.
“Sí”, respondió Anna. “¡Pensé que lo arreglarías todo!”
“Y tú, por supuesto, eres perfecta”, se burló. “¿Fuiste tú quien nos vació todas las tarjetas?”
“¿En serio?!”, gritó. “¡Lo dejé todo por ti!”
Me marché con la cabeza bien alta, de vuelta a mi vida real.
Si crees que esta historia es increíble, espera a escuchar sobre la barbacoa que arruinó una boda: el marido invitó a su “novia” a un picnic familiar, y esa fue la gota que colmó el vaso. Créeme, no te lo querrás perder.