Almendra no había muerto, había fingido su muerte. Y la joven que tenía frente a él, la joven con los ojos de almendra y su pasión por los vinos. La joven que había nacido exactamente 9 meses después de su última noche juntos. Era su hija. Su hija que nunca supo que existía. Lía dijo Gael, su voz quebrándose.
Necesito que me diga todo lo que sabe sobre su madre, todo su vida, dónde vivía, cómo murió. Y necesito que me diga dónde está enterrada. ¿Por qué? preguntó Lía retrocediendo ligeramente. ¿Quién es usted realmente? Gael se quitó el anillo de su dedo con manos temblorosas y se lo mostró a Lía. Mi nombre es Gael Monteverde y creo creo que Almendra Herrera era mi esposa.
Mi esposa que supuestamente murió hace 23 años, tres meses antes de que usted naciera. Lía se quedó paralizada mirando entre el anillo en la mano de Gael y su foto en el teléfono. Los dos anillos eran idénticos hasta el último detalle. Eso es imposible, susurró. Mi madre nunca estuvo casada. Me dijo que mi padre había muerto antes de que yo naciera. Me dijo que ella nunca había usado el apellido de ningún hombre.
¿Alguna vez le habló de alguien llamado Gael? ¿De viñedos, de bodegas? Lía asintió lentamente, sus ojos llenándose de lágrimas. Siempre hablaba de los viñedos y a veces, cuando bebía un poco de vino, mencionaba a alguien llamado llamado G. Decía que G había sido el amor de su vida, pero que había tenido que dejarlo para protegerlo.