Ser el que lleva las riendas reales del negocio te da acceso a muchísima información. Y cuando tu socio es un flojo que cree que está por encima de todo, comete errores graves por exceso de confianza. Ese sábado por la mañana me dirigí a la oficina. Pasé todo el fin de semana revisando documentos, no solo los recientes, sino también archivos antiguos. Fui armando un historial completo, infracciones de seguridad que Adrián ordenó ignorar, permisos firmados sin siquiera verificar, trabajos eléctricos mal ejecutados, fraudes a las aseguradoras.
Tenía evidencia de años de malas prácticas. Pero el mayor problema era otro. Su certificación como electricista había expirado en 2021 y jamás se molestó en renovarla. La razón, el examen coincidía con el partido de los Lakers. Durante casi 2 años firmó trabajos eléctricos sin tener licencia vigente. Eso significa que cada uno de esos proyectos entre 30 y 40 obras fue aprobado ilegalmente. Si alguien investigaba, podríamos perder la licencia de contratista. Pero claro, él creía que yo me estaba ocupando.
Yo tenía mis certificaciones al día y supuse que él, siendo adulto, se encargaría de las suyas. Evidentemente me equivoqué. Luego estaba el tema del seguro de responsabilidad civil. Él debía encargarse de las renovaciones, pero como lo consideraba aburrido, me dejó a mí esa tarea durante los últimos años. Lo que no sabía era que la póliza tenía cláusulas estrictas sobre violaciones de seguridad. Si la compañía aseguradora descubría alguna de esas irregularidades, no solo podía cancelar el seguro de inmediato, sino anularlo de forma retroactiva y exigir el reintegro de todo lo pagado en siniestros.
Tuvimos tres accidentes laborales menores el último año, pero si la póliza era anulada, nosotros asumiríamos toda la deuda. Hablamos de cientos de miles de dólares. Fotografié, imprimí y clasifiqué cada documento, correo, informe y registro que probara las negligencias. Me tomó el fin de semana entero, pero fui meticuloso. El lunes hice tres llamadas, una a la aseguradora, otra a la Agencia Estatal de Licencias y la última OSA, todas anónimas, con pruebas adjuntas. Cuando mencioné lo de los trabajos eléctricos sin licencia, la mujer que atendió la llamada se interesó de inmediato.
Dijo trabajos eléctricos sin certificación vigente. Sí, señora, tengo documentación desde hace casi 2 años. Eso es un delito. Necesitamos una denuncia formal con las pruebas adjuntas. La tendrán esta tarde, respondí. Colgé el teléfono y me quedé en silencio. En apenas tres llamadas había puesto en peligro el negocio, la reputación y quizás hasta la libertad de Adrián si se iniciaba un proceso penal. Pero aún no había terminado, porque mis padres también necesitaban una lección. Querían hacer distinciones entre quién merecía un trato especial y quién no.
Era hora de que vieran lo que valía su hijo ejemplar. El miércoles alrededor de las 9 de la mañana yo estaba en la obra de los Hendrix revisando los cimientos cuando mi teléfono comenzó a sonar. Era Adrián. Lo dejé ir al buzón porque estaba ocupado y no tenía ánimo para hablar con él. Llamó otra vez 5 minutos después. A la cuarta llamada, supuse que algo pasaba. ¿Dónde estás? Necesito que vengas a la oficina. Ya tenemos problemas, dijo con un tono completamente distinto al habitual, más cerca del pánico que de su arrogancia habitual.