El suave viento de la tarde hizo que el papel temblara como si Amanda nos estuviera saludando. En ese momento comprendí que mi hija no había muerto en vano. Su muerte había expuesto una red de corrupción, salvado a otras mujeres de destinos similares y dado origen a un movimiento de justicia que seguiría creciendo.
El dolor de la pérdida nunca desaparecería por completo, pero se había transformado en algo más grande. Esperanza para otras familias, fuerza para otras madres, valor para que otras mujeres rompieran el silencio. Mientras caminábamos de regreso a casa, Daniel dormido en mis brazos, miré al cielo e hice una promesa silenciosa a Amanda. Seguiría luchando por la justicia hasta mi último día para que ninguna madre tuviera que pasar por lo que yo pasé.
La verdad realmente no muere. Solo espera el momento adecuado para ser revelada, por personas lo suficientemente valientes para buscarla, por un amor lo suficientemente fuerte para nunca rendirse. Si esta historia tocó tu corazón y crees que toda víctima merece justicia, no olvides suscribirte a nuestro canal y compartir nuestro mensaje.
Juntos podemos hacer la diferencia en la vida de quienes más lo necesitan.