Mantuve la voz tranquila:
—Oh, creo que dejé el pastel en el horno. Debería revisarlo antes de que se queme.
En la cocina cerré la puerta en silencio, saqué mi teléfono y marqué emergencias.
—Aquí David, en Willow Lane 1824 —susurré—. Mi hija podría estar en peligro por el hombre que trajo. Por favor, envíen a alguien rápido. Yo lo distraeré.
La operadora me aseguró que los agentes llegarían en pocos minutos.
Respiré hondo y regresé a la mesa.
—Mark, ¿te gusta el helado con el pastel? —pregunté con naturalidad.
Él sonrió de manera tensa. Emily se levantó para sacar helado del congelador, y al pasar junto a mí le susurré:
—Mantén la calma. Yo me encargo.
La verdad sale a la luz
Pocos minutos después se oyeron sirenas. Dos policías uniformados tocaron la puerta y entraron, explicando que realizaban una revisión de seguridad en el vecindario.
Mark se puso rígido de inmediato.
—¿De qué se trata esto? —preguntó.
—Señor, ¿nos permite ver su identificación? —dijo uno de los agentes.
Mark dudó y finalmente sacó su billetera. Al hacerlo, se le cayó un pequeño frasco naranja de medicamentos sin etiqueta, lleno de pastillas sueltas.
Un agente lo recogió y cruzó una mirada significativa con su compañero. En el siguiente instante, Mark intentó huir, pero los oficiales lo redujeron al suelo, le pusieron esposas y le leyeron sus derechos. Emily soltó un grito ahogado mientras las lágrimas corrían por su rostro.