Perder a un padre ya es una prueba en sí misma. Pero cuando surgen tensiones familiares, puede convertirse rápidamente en una pesadilla. Esto es exactamente lo que me pasó cuando murió mi padre.
Crecí junto a mi padre y mi hermana mayor, Charlotte. Aún así, nunca fuimos muy cercanos. Ella iba y venía a su antojo, mientras yo siempre estaba ahí para mi padre.
Entonces un día, todo cambió.
El choque de la voluntad
Dos semanas después de su muerte, estábamos en la notaría para la apertura del testamento. Esperaba que mi padre compartiera la casa entre los dos, pero se la dejó toda a mi hermana.
¿Y yo? Heredé su antiguo reloj.
Casi lloré al abrazarla. No era mucho, pero era un pedazo de él.
Mi hermana me echa de casa
Durante unos días vivimos juntos en la casa familiar. Entonces, una noche, cuando regresaba a casa del trabajo, mi hermana me saludó con un anuncio brutal:
Eso es todo. Nuestros caminos se separan aquí. Tienes que irte.
¿Y qué pasa con mis cosas? Ya empacado y dejado en la puerta.
Me quedé en shock. ¿Adonde iba a ir? Yo todavía era joven y no tenía ahorros. Desesperada, llamé a nuestro notario, Mathieu, para pedirle consejo.