George me mostró el historial del GPS que había instalado en el coche de Emily. Aparecía que se quedaba en un hotel tres veces por semana.
Esos días coincidían con las salidas con John, y con solo mirar la cara de George, entendí lo que significaba.
“¿Qué quieres hacer, George?” “Quiero vengarme de esos dos.” “Yo también. No puedo perdonar que nos traicionaran después de tanto.” Empezamos a planear en secreto.
Primero, empecé a aumentar mis ingresos porque, al dedicarme a la casa y a cuidar de Emma, mis ingresos habían caído drásticamente. George pasó a trabajo remoto. Y cuando Emily y John salían, él traía a Emma a mi casa, y la cuidábamos juntos.
Ni Emily ni John se dieron cuenta de que sabíamos de su relación, y pudimos reunir pruebas sólidas.
Cuando juntamos suficiente evidencia y estábamos listos para la venganza, descubrimos una verdad impactante sobre Emma.
George y yo dudamos, pero coincidimos en que no queríamos herir a una niña, así que decidimos esperar a que fuera mayor de edad para vengarnos.
Sin embargo, aunque decidimos aguantar 10 años, me golpeó una enfermedad grave. Necesitaba hospitalización prolongada y, como mínimo, no me darían el alta hasta dentro de dos años.
Podía trabajar desde la habitación del hospital, pero tendría que reducir la carga.
Tras informar a George, consulté a John. Su reacción no fue diferente a una charla trivial…
“Em, te visitaré de vez en cuando.” Sentí que ya no me tenía afecto: ni preguntó mi diagnóstico ni el nombre de la enfermedad.
En la práctica, John solo venía una vez al mes o cada dos. Y después del 15º cumpleaños de Emma, ella empezó a actuar raro.
Aunque al principio me visitaba casi a diario, tras cumplir 15 se volvió distante.
Ni George ni yo entendíamos por qué. Incluso cuando le preguntábamos, decía: “No se preocupen.” Terminamos enterándonos por John, que casi nunca aparecía.
“Cuánto tiempo…”, dijo entrando sin tocar, con un estilo ostentoso. Tras un mes sin verlo, me empujó la tarjeta de un abogado de divorcios sin preguntar nada.
“¿Estás bien? ¿O cómo te sientes divorciándote de una esposa que no trabaja? Págame 1.000 al mes. Ese es el trato. Cuídate.” Sonreía de oreja a oreja.
A su lado, Emily lo abrazaba con la misma expresión. “Está bien, divorciémonos.” Acepté con calma, lo que lo sorprendió un instante.
Pero enseguida intercambió sonrisas con Emily. Fue bueno que no fuese de pensar: por eso funcionó mi plan. Tras recibir la notificación de que el divorcio estaba finalizado, decidí empezar la venganza.
“Los haré llorar para celebrar mi recuperación.” Actué de inmediato. Primero, contacté a George para cambiar de hospital. Luego informé a mi abogada de que mediaría a partir de ahora.
George también se movió. Se mudó cerca de mi nuevo hospital con Emma y empezó a visitarme a menudo.