Los meses siguientes fueron un proceso de reconstrucción. Terapia, nuevas rutinas, tardes de helado de verdad, no como aquel día en que Michael la usó como coartada. Sophie empezó a hablar más, a dormir mejor, a reír sin miedo de que una discusión estallara de repente.
Un día me preguntó:
—¿Crees que papá cambie?
Pensé un momento antes de responder.
—Eso depende de él. Pero tú no eres responsable de las decisiones de los adultos, ¿vale?
Ella asintió y apoyó la cabeza en mi hombro.
Michael empezó a asistir a las visitas supervisadas. No siempre llegaba puntual, pero mostraba signos de querer reconstruir algo con su hija. Yo no lo odiaba; simplemente había aceptado que la historia entre nosotros había terminado mucho antes de que él tuviera el valor de admitirlo.
Lo que no terminó fue mi compromiso con Sophie y su bienestar. Y con la verdad. Porque fue ella, con apenas diez años, quien tuvo el coraje que a mí me faltó durante demasiado tiempo.
Y ahora, si tú estuvieras en mi lugar —enfrentando una traición, un divorcio y una hija que descubre la verdad antes que tú—, ¿qué habrías hecho?
Cuéntamelo en los comentarios. Me encantará leerte.