Al día siguiente, convoqué una reunión ejecutiva.
Frente a todos —cámaras incluidas— proyecté el correo.
Silencio.
Chika intentó hablar.
“Ugonna… no lo entiendes… ¡era por tu bien! Lagos puede ser cruel. Solo quería proteger tu trabajo…”
La miré, esta vez sin rencor… pero sin piedad.
—“No necesitaba que me protegieras. Necesitaba que me vieras.”
Suspensión inmediata. Investigación abierta. Pero lo que más dolió fue lo que vino después.
Mi abuela falleció esa noche. En paz. Pero sin poder verme una última vez.
Me dejó una carta.
“El fuego arde más alto cuando se le traiciona. Pero hija, no dejes que te queme por dentro. Brilla, sí. Pero brilla con amor.”
**
Los meses que siguieron, me dediqué a expandir el programa “Fuego Rural”.
Llevamos talleres a 15 pueblos. Más de 300 niñas aprendieron a crear productos con sus propias manos.
Un día, una niña de 13 años me preguntó:
—“¿Cómo hiciste para volverte tan poderosa?”
Le respondí:
—“Primero me rompieron. Luego, aprendí a recoger cada pedazo y pulirlo. El fuego que arde en ti puede quemar… o iluminar el camino para otras.”
**
Mi familia… aún intenta acercarse.
Chika me escribió una carta pidiéndome hablar en privado.
Quizá un día lo haré.