“Para mi Ugonna:
Si algún día te preguntan de dónde vienes,
mira al fuego.
Y responde:
Vengo de donde las mujeres arden… pero no se consumen.”
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Ahora tengo 42 años.
Y cuando camino por Lagos, a veces me detengo frente a los escaparates.
Veo mi rostro impreso en cremas, en afiches, en libros.
Pero sobre todo, lo veo en los ojos de esas niñas que alguna vez pensaron que no valían nada… y ahora caminan erguidas.
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Porque esta historia nunca fue solo mía.
Fue de todas.
De las que fueron apartadas por ser “demasiado”: demasiado oscuras, demasiado gordas, demasiado pobres, demasiado ruidosas, demasiado calladas, demasiado diferentes.
A ellas les digo, como decía mi abuela:
“No apagues tu fuego para encajar en un mundo que no sabe lo que arde dentro de ti.”
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Mi nombre es Ugonna Ezinne Ejimma Nwakaego.
Nací sin lugar.
Fui rechazada por la sangre,
pero adoptada por el fuego.
Y aunque un día me mandaron al pueblo como una vergüenza…
Hoy regreso como legado.