«Eso, Gennadi, se llama ‘visualización de datos’», dije en voz alta, levantándome. «¿Hablabas de un salto?
Aquí está. Un salto para la empresa hacia la limpieza de sus robos. Mi enfoque puede ser anticuado, sí. Pero aún creo que no hay que robar.»
Me dirigí a mis compañeros.
«No les pido que elijan un bando. Solo les muestro los hechos. Saquen sus conclusiones.»
Dejé mi teléfono sobre la mesa.
«Por cierto, Gen, todo esto se está enviando ahora mismo a los correos de nuestros inversores. Así que creo que una renuncia es lo más clemente que puede pasarte.»
Gennadi miró la pantalla, luego a mí. Su rostro estaba pálido. Toda su arrogancia se había ido, solo quedaba un hombre asustado.
Me dirigí a la puerta.
Serguéi se levantó primero. Luego Olga, nuestra mejor comercial, a quien Gennadi siempre intentó apartar. Después Andreí, el analista principal, cuyos informes Gen se atribuía.
Incluso la discreta Marina de contabilidad, a quien hizo llorar por cualquier tontería. No se iban por mí. Se iban de él.
Dos días después, me llamó un desconocido. Se presentó como el gestor de crisis contratado por los inversores.
Me informó fríamente que Gennadi había sido apartado, que se estaba realizando una revisión, y me agradeció por «la información proporcionada». Me ofreció volver «a ayudar a estabilizar la situación».
«Gracias por la oferta», respondí. «Pero prefiero construir desde cero que limpiar ruinas.»
Los primeros meses fueron difíciles. Trabajábamos en una pequeña oficina alquilada, que me recordaba nuestros comienzos.
Mi esposo, mi hijo, Serguéi, Olga y yo trabajábamos doce horas al día. El nombre de nuestra consultora, “Auditoría y Orden”, estaba plenamente justificado.
Encontramos nuestros primeros clientes, demostrando nuestra profesionalidad con hechos.
A veces paso por nuestra antigua oficina. El letrero ha cambiado. La empresa no sobrevivió al “salto” y al escándalo.
No me despidieron por mi edad. Me despidieron porque era el espejo donde Gennadi veía su incompetencia y codicia.
Solo intentó romper ese espejo. Pero olvidó que los fragmentos son mucho más cortantes.