“¡Me caso contigo si bailas este tango!”, se burló el millonario — pero ella era profesional…

Baila porque quieres. Tomé su mano y por primera vez en dos años bailé de pura alegría. Nuestros cuerpos se movían al unísono por el escenario. No había público al que impresionar ni críticos a los que complacer. Estábamos solos nosotros dos y la música celebrando mi regreso a casa. Cuando terminó la canción, nos quedamos allí abrazados en el centro del escenario respirando con dificultad. “¿Cómo te sientes?, preguntó. Como si pudiera volar. Entonces, ¿considerarás regresar? Miré alrededor del teatro, los asientos vacíos, los palcos dorados, el techo ornamentado que había presenciado tantos sueños hacerse realidad.

Sí, dije. Y la palabra salió con más seguridad de la que había sentido en años. Voy a bailar otra vez aquí quizás o en otro lugar. Aún no lo sé, pero volveré. Santiago me besó allí mismo en el escenario del teatro Colón con todo Buenos Aires como testigo silencioso. Salimos del teatro de la mano y por primera vez en dos años no miré atrás con miedo ni arrepentimiento. Miré hacia adelante, a las bulliciosas calles de Buenos Aires, al futuro que se abría ante mí como una pista de baile infinita.

Santiago dije cuando llegamos a la calle intentando. Gracias. ¿Para qué? por recordarme que a veces cuando la vida te derriba, puedes elegir levantarte bailando. Se rió esa risa genuina de la que me enamoré desde el primer día. Eso fue muy poético. Aprendí de ti. Recorrimos las calles de Buenos Aires, planeando nuestro futuro. Quizás volvería al Teatro Colón. Quizás abriría mi propia escuela de baile, quizás viajaríamos por el mundo llevando el tango argentino a otros países. Lo que importaba era que por primera vez en dos años tenía opciones, tenía posibilidades, tenía esperanza y había alguien con quien compartirlo todo.

Cuando pasamos por una tienda de discos y escuchamos y rememember Youu de Tom leva a todo volumen, sonreí. Era la banda sonora perfecta para el momento en que mi nueva vida realmente comenzaba. Santiago me apretó la mano y avanzamos juntos en la cadencia perfecta de un tango que duró toda la vida. 6 meses después estaba entre bastidores en el teatro San Martín ajustando mi vestuario para mi primera función desde aquella noche terrible. No era el teatro Colón.

había elegido empezar en algún lugar nuevo, libre de los fantasmas del pasado. A través de la pequeña ventana podía ver a Santiago en la audiencia junto a Eduardo y Carmen. Todos habían venido a apoyarme en este nuevo debut. Mi teléfono vibró. un mensaje de una de las otras víctimas de Diego. Todas te estamos apoyando hoy. Gracias por mostrarnos que es posible empezar de nuevo. Sonreí guardando mi teléfono. Afuera, la orquesta comenzó a tocar las primeras notas. Era el momento.

Caminé hacia las cortinas, respiré profundo y pisé el escenario. La luz me cegó por un segundo, luego mis ojos se ajustaron y finalmente, después de dos años perdidos, estaba en casa otra vez. ¿Alguna vez has sentido que tu vida estaba atascada en un capítulo que ya no querías vivir? ¿Qué tenías miedo de pasar la página porque no sabías lo que el siguiente capítulo contendría? La historia de Valentina me hizo pensar en cuántas veces dejamos que el miedo elija por nosotros.

Cuántos bailes perdimos porque pensamos que no merecíamos la música. Cuántos amores dejamos escapar porque estábamos atrapados en versiones antiguas de nosotros mismos. A veces el valor no es un grito de guerra, es un susurro que dice, “Lo intentaré una vez más.” Es aceptar la mano extendida de alguien que cree en ti cuando has olvidado cómo creer en ti mismo.

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