Los ojos de Dan se llenaron de lágrimas. “No rompiste una promesa”, continué. “La vida sucedió. Ambos sobrevivimos a algo horrible y nos encontramos el uno al otro del otro lado. Eso no es una traición. Eso es solo ser humano”. “Tenía tanto miedo de decírtelo”, susurró. “Lo sé. Y es precisamente por eso que sé que eres la persona correcta”.
Nos besamos entonces. No el beso emocionado y hambriento que esperarías en la noche de bodas. Este era algo más profundo. Algo que se sentía como si nos estuviéramos eligiendo de nuevo, con todas nuestras cicatrices y miedos y nuestra complicada historia expuesta a la luz. Hicimos nuevos votos esa noche, solo nosotros dos en silencio. Promesas que no tenían nada que ver con el pasado y todo que ver con el futuro que estábamos construyendo juntos.
Eso pasó hace dos meses. Cada mañana cuando me despierto junto a Dan, sé que tomé la decisión correcta. No porque fuera fácil, o simple, o sin complicaciones. Porque el amor no se trata de perfección. Se trata de presentarse, incluso cuando es difícil. Se trata de honestidad, incluso cuando duele.
Peter siempre será parte de mi historia. Él me dio 20 años de felicidad, dos hijos increíbles y una base de amor que llevaré para siempre. Pero él no es el final de mi historia. Dan es mi segundo capítulo. Y tal vez eso es lo que nadie te dice sobre el duelo, la curación y seguir adelante. No reemplazas a las personas que perdiste. No tienes que olvidarlas. Pero tampoco dejas de vivir.
Tengo 41 años. He sido esposa dos veces. He enterrado a alguien a quien amaba y he encontrado el amor de nuevo cuando pensaba que era imposible. Y si he aprendido algo, es esto: el corazón es más resistente de lo que creemos. Puede romperse y aun así seguir latiendo. Puede amar más de una vez sin disminuir lo que hubo antes.
Así que, para cualquiera que tema haber esperado demasiado, o haber amado a la persona equivocada, o haber cometido demasiados errores para merecer la felicidad: estoy aquí para decirles que no es verdad. La vida es desordenada y complicada y rara vez sale como planeamos. Pero a veces, si tenemos mucha suerte, sale exactamente como debe ser.