« ¡Mamá, mira! ¡Se parece a mí! » — Y la verdad hizo que sus piernas se tambalearan…

Noah Carter —su Noah— estaba vivo.

Lauren cayó de rodillas, llorando. Años de culpa, dolor y noches en vela se derrumbaron de golpe.

Cuando entró al albergue donde Noah estaba alojado, lo encontró sentado junto a la ventana, mirando la lluvia.
No sonrió al verla. Solo la observó con la cautela de quien teme que el mundo vuelva a desaparecer.

Ella se arrodilló frente a él.
—Noah —dijo con voz temblorosa—. Soy yo. Soy tu mamá.

Él bajó la mirada hacia el pequeño avión de plata.
—Tú me lo diste, ¿verdad?

Ella asintió, con lágrimas cayendo.
—Sí, mi amor. Nunca dejé de buscarte.

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