Lo que el dinero no pudo comprar

En una ceremonia íntima en Central Park, bajo un cerezo en flor, Jonathan tomó la mano de Nina mientras Jacob esparcía pétalos.

Ella vestía de marfil. Él, sin corbata, pero con paz en el corazón.

Cuando los declararon marido y mujer, Jacob aplaudió:

—¡Ahora tengo dos apellidos!

Todos rieron.

Jonathan besó a Nina.

Y entendió, por fin, que el imperio que construyó durante años nunca se compararía con ese momento.

El amor. La redención. La familia.

La verdadera riqueza que siempre le había faltado.

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