Llegué a la cena de Navidad con una escayola, todavía cojeando por el empujón que mi nuera me había dado días antes. Mi hijo se rió y dijo: «Te dio una lección, te la merecías». Entonces sonó el timbre. Sonreí, abrí y dije: «Pase, agente».

“Es para darte una lección”, dijo. “Una que te mereces”.

Volvieron adentro, dejándome en las escaleras, agonizando.

Fueron mis vecinos quienes me encontraron y me llevaron rápidamente al hospital. De camino, a pesar del dolor, un pensamiento me mantuvo en pie: semanas antes había instalado una cámara oculta en la luz del porche, frente a esas mismas escaleras.

La grabación y el plan

Desde mi cama de hospital, llamé a Mitch. Fue a casa, recuperó la grabación y me envió un mensaje de texto: “Los tenemos”.

El video lo mostraba todo: Melanie buscando testigos, colocándose detrás de mí, el empujón deliberado, mi caída, Jeffrey riéndose y diciendo que me lo merecía.

Los médicos me dijeron que tenía el pie fracturado en dos partes. Necesitaba cirugía y una escayola durante seis semanas.

Jeffrey y Melanie llegaron al hospital fingiendo preocupación. Melanie trajo flores, Jeffrey me apretó la mano, ambos insistiendo en que fue un terrible “accidente”. Los dejé hablar. Les dejé pensar que estaba indefenso.

Dos días después, el 24 de diciembre, me llevaron a casa. Melanie condujo demasiado rápido, dejando que el coche me golpeara la pierna lesionada. Me describió la maravillosa comida navideña que estaba planeando, cómo había invitado a amigos y a un “amigo abogado” llamado Julian.

Me di cuenta de que pretendían usar la Navidad, con testigos y Julian presentes, para mostrar mi supuesta estafa.

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