Le pedí a Robert que revocara el acceso de Jeffrey a todas sus cuentas y que preparara un informe detallado de las transacciones sospechosas. Sugirió ir a la policía. Le dije que aún no. Primero quería tener una visión completa.
Leyendo el Manual de Melanie
Al día siguiente, mientras estaban fuera, registré su habitación. Ya no me importaban los límites.
En un cajón, encontré copias de mi antiguo testamento, donde le dejaba todo a Jeffrey, además de notas manuscritas que calculaban el valor de la casa y las panaderías. Había capturas de pantalla de un chat grupal llamado “Plan S”, donde Melanie y sus amigas intercambiaban consejos sobre control.
Visitando a parientes ancianos.
Lo más inquietante era un cuaderno: su diario de manipulación. En él había escrito frases como:
“Sophia es más generosa después de hablar de Richard; primero trae recuerdos”.
“Siempre pide dinero cuando esté sola”.
“Jeffrey es demasiado blando; tengo que presionarlo”.
Había mapeado mis hábitos, mi horario, incluso qué amigos me ponían sentimental. Fotografié cada página, cada documento, y guardé copias en mi computadora y en la nube.
A partir de ese día, mi casa se convirtió en mi escenario. Si Melanie quería una anciana confundida, se la daría, pero con mis condiciones.
Haciéndome la senil y contratando a un detective privado.