Las gemelas del viudo millonario no podían dormir… hasta que la nueva niñera negra hizo algo impensable.

—¿Y tú, Daniel? ¿Estás listo para amar de nuevo? No desde la culpa… sino desde la esperanza.

Daniel tomó la mano de ella. Los gemelos se quedaron dormidos entre ellos.

—Estoy listo. Por ellos. Por ella. Por nosotros.

Y por primera vez desde la muerte de su esposa…
la mansión Harrington volvió a ser un hogar.

Parte 3: “Una Verdad que No Se Pudo Enterrar”

Cuando Rosaura abrió el ataúd en medio del funeral, un silencio sepulcral cayó sobre todos. El sacerdote dejó caer el hisopo bendito, la madre de Camila se tapó la boca horrorizada y los fotógrafos, que estaban solo para capturar una despedida respetuosa, no sabían si bajar sus cámaras o seguir documentando aquella locura.

Pero lo que nadie esperaba… era lo que vio Rosaura dentro del ataúd.

No era Mateo.

Era otro cuerpo.

Un niño, sí, pero más pequeño, con un rostro similar… pero no su hijo.

Rosaura se tambaleó, retrocedió dos pasos y gritó:

—¡Este no es mi hijo! ¡Este no es Mateo!

Los murmullos estallaron como pólvora.

—¿Qué dice esta mujer?

—¿Está loca?

—¡Llamen a seguridad!

Camila, sin poder evitarlo, gritó desde el altar:

—¡¿Qué estás haciendo, Rosaura?! ¡Estás destruyendo el funeral de mi hijo!

—¡Tu hijo sigue vivo, Camila! —Rosaura le apuntó con el dedo, temblando—. ¡Tú escondiste a Mateo! ¡Y ese niño… ese niño muerto no es tuyo tampoco! ¡¿Qué hiciste?!

Las autoridades detuvieron el servicio y la policía fue llamada.

Y ahí comenzó a desenredarse la mentira más perversa jamás tejida por Camila Andrade.

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