La vida de Inessa Viktorovna Klimova siempre pareció

Anya miró a Inessa como si por primera vez viera ante sí no a una rival, sino a una igual. El silencio se prolongó, y solo los sonidos de la calle tras las ventanas la recordaban con los ojos cerrados.

Entonces Inessa, sintiendo una fuerza que antes no se había permitido sentir, sonrió; no a Vitaly, no a Anya, sino a sí misma. Sabía que le esperaba una nueva vida, donde sus decisiones, sus derechos, su dignidad… nadie volvería a cuestionarlas.

Pasaron varios meses después del encuentro decisivo con Vitaly y Anya. Inessa Viktorovna Klimova vivía ahora bajo nuevas reglas, y cada día le traía una sensación de libertad que jamás había conocido.

Seguía levantándose temprano, pero ya no solo para atender las necesidades de los demás. Su ducha matutina y el desayuno se convirtieron en su ritual, un momento para sí misma, para reflexionar, hacer planes y fijarse nuevas metas. Se matriculó en un curso de actualización de economía, retomando poco a poco la profesión que había abandonado por su familia.

Kostya se convirtió en su principal apoyo e inspiración. Su hijo notó los cambios en su madre y admiró su resiliencia. Juntos, comentaban sus planes, reían, discutían y maquinaban ideas para el futuro. Vitaly era ahora solo una presencia distante, y las conversaciones sobre el pasado se transformaron en apacibles recuerdos, incapaces de perturbar su armonía.

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