La Riviera: El Secreto que Habla en Francés

“24,” respondió con la voz baja.

“¿Y su padre?”

La pregunta la golpeó como un puñetazo. Su corazón se aceleró.

“Yo no lo conocí,” dijo desviando la mirada. “Mi madre siempre dijo que él murió antes de que yo naciera.”

Mancini cerró los ojos. Los fragmentos de un pasado enterrado comenzaban a encajar. El acento, el nombre, los rasgos en el rostro. La misma mirada de Claire.

Pidió que todos salieran del salón. Cuando quedaron a solas, el silencio era casi espiritual.

“¿Usted nació en Lyon?”, preguntó de repente.

“Sí,” respondió sorprendida. “¿Cómo lo sabe?”

Mancini se llevó las manos a la cabeza. El suelo pareció desaparecer bajo sus pies.

“Dios mío,” murmuró antes de sentarse pesadamente en una silla, “porque fue allí donde lo perdí todo.”

Isabela dio un paso adelante sin entender. “No sé qué quiere de mí, pero si hice algo malo, discúlpeme. Necesito irme.”

Él levantó la mirada con intensidad. “No, Isabela, usted no va a ninguna parte.” Su voz era firme, pero rota por dentro. “Hay algo que necesita saber. Algo que le fue ocultado.”

Ella retrocedió. “No quiero problemas. Yo solo trabajo aquí.”

“No quiero lastimarla,” respiró hondo. “Quiero protegerla.”

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