La Revelación en el Rincón: La Niña Que Le Devolvió el Alma al Magnate

Lucía miró a Carmen. Su madre asintió, lágrimas cayendo. La niña comió. Lento al principio. Luego, voraz.

Alejandro se sentó. Preparó té. Frío en el mármol. Por primera vez en tres años. Hizo las preguntas.

EL VACÍO Y LA HISTORIA
Carmen habló. Lentamente. Luego, el torrente. Pequeño pueblo andaluz. José, el albañil. El accidente. Andamio mal instalado. Sin seguro. Muerte en el acto.

—Veintinueve años. Una niña de dos. Deudas.

Limpiezas nocturnas. Niñera. El minúsculo monolocal. La comida justa. El trabajo con Alejandro. El mejor. Pero Barcelona era un monstruo. El alquiler. Las facturas.

La confesión silenciosa. Las sobras. Llevadas a casa. No robo. Se decía. Tirar a la basura. O alimentar a su hija. Pero la vergüenza quemaba.

—Lucía tiene hambre. No de morir. Hambre crónica. La que te hace pensar en comida. La que te avergüenza.

Alejandro escuchaba. Su té se enfriaba. Ocho habitaciones. Comida a la basura. Más en botellas de vino que el sueldo de Carmen. Banal indiferencia. Nunca había mirado más allá de su balance.

Miró a Lucía. Sentada. Silenciosa. Quería desaparecer.

En ese instante. El millonario. El hombre de control. Se sintió profundamente incómodo consigo mismo.

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