Mariana negó con la cabeza:
—“La venganza busca satisfacción. Yo no necesito eso.
Solo quería que sintieras lo que es perder.
Como aquella vez que estuve parada en la lluvia… embarazada, sola y con miedo.”
Él no respondió.
Ella se levantó, colocó sobre la mesa las actas de nacimiento de los gemelos.
En “Nombre del padre”: dejado en blanco.
—“Mis hijos no necesitan un padre.
Necesitan un ejemplo.”
Y se marchó, sin mirar atrás.
Una tranquila mañana en el parque de Coyoacán, Santiago y Emiliano montaban sus bicicletas, riendo bajo el sol.
Mariana los miraba desde una banca, con una sonrisa de paz.
Había salido de la oscuridad… no gracias a un hombre, sino por su fuerza, su resiliencia,
y el amor que tenía por sus hijos.