La nueva esposa de mi marido apareció en la puerta dee mi casa con una sonrisa de superioridad.

Haley entró primero, con un vestido negro que probablemente costaba más que mi coche. Holden la siguió, incómodo. El equipo de cámaras venía detrás.

—Madeline —asintió Holden con rigidez.

—Comencemos —anunció Aaliyah, colocándose tras el escritorio de papá—. Como abogada de Miles, leeré su último testamento, junto con cualquier documento adicional que hubiera preparado.

La lectura inicial fue exactamente como Aaliyah me había advertido. La herencia, incluida la casa y las acciones de la empresa, se dividía: 60% para mí, 40% para Holden y Haley.

—¡Lo sabía! —chilló Haley, agarrando el brazo de Holden—. ¡Miles nos quería demasiado como para dejarnos fuera!

—Sin embargo —continuó Aaliyah, cortando la celebración de Haley—, hay un codicilo, añadido tres días antes de la muerte de Miles.

La sonrisa de Haley se tambaleó.
—¿Un qué?

Aaliyah rompió el sello de un nuevo sobre.
—La aceptación de cualquier herencia bajo este testamento está supeditada a una investigación completa sobre ciertas irregularidades financieras descubiertas en los meses previos a la muerte de Miles.

La habitación quedó en silencio.

—¿Qué irregularidades? —la voz de Haley había perdido el filo triunfal.

—Tal vez esto lo aclare —dijo Aaliyah, deslizando las fotos sobre el escritorio—. O esta memoria USB con imágenes de un intento de soborno. O estos estados de cuenta que muestran un desfalco sistemático en Harrison Industries.

Holden agarró una de las fotos; su rostro perdió el color.
—¿De dónde sacaron esto?

—Papá tenía una buena colección de pruebas —dijo Isaiah desde su rincón—. Incluidas grabaciones de ustedes dos planeando impugnar el testamento con un falso testimonio sobre su estado mental.

Haley se puso de pie tan brusca que la silla cayó hacia atrás.
—¡Apaguen esas cámaras ya!

—Oh, no —dije, levantándome para encararla—. Las cámaras se quedan. Querías documentar este momento histórico, ¿recuerdas?

—¡No pueden hacer esto! —siseó.

—El codicilo es muy claro —siguió Aaliyah—. Cualquier intento de reclamar la herencia activa automáticamente la divulgación de todas estas pruebas a las autoridades competentes. La decisión es suya.

—¿Decisión? —Haley soltó una risa histérica—. ¿Qué decisión? ¡Nos han tendido una trampa!

—No —la corregí—. Se la tendieron ustedes mismos. Cada maniobra, cada plan, cada intento de robar lo que no era suyo… todo los trajo a este momento.

—¡Esto es culpa tuya! —se volvió contra Isaiah—. ¡Se suponía que ibas a ayudarnos!

Isaiah se encogió de hombros.
—Ayudé. Solo que no a ti.

—¡Holden! —suplicó—. ¡Haz algo!

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