La nueva esposa de mi marido apareció en la puerta dee mi casa con una sonrisa de superioridad.

—¿¡Qué!? —Me levanté tan rápido que mi copa se volcó, manchando la alfombra de rojo.

—Déjame terminar —Aaliyah alzó la mano—. Ahí es cuando entra en juego el codicilo. Tu padre preparó una trampa, Madeline. En el momento en que acepten la herencia, activan una cláusula que revela su intento de manipulación y fraude. Todo —las fotos, los videos, los sobornos— se vuelve registro público.

Miré las pruebas sobre el escritorio, comprendiendo por fin.
—Les hizo creer que ganaban para que se incriminaran.

—Exacto —la sonrisa de Aaliyah fue triunfante—. El testamento real te deja todo a ti, con un fideicomiso para Isaiah. Haley y Holden no reciben nada excepto una exposición muy pública de su verdadera calaña.

—Y mañana… —susurré.

—Mañana —Aaliyah apuró su vino—, los veremos caer en su propia trampa. La última lección de tu padre sobre las consecuencias.

Isaiah llegó entrada la noche, muy diferente del hermano confiado que había estado al lado de Holden en el funeral. Su traje de diseñador estaba arrugado y tenía sombras de cansancio bajo los ojos. Dudó en la puerta del despacho, aferrando una carpeta de cuero como si fuera un escudo.

—Te ves fatal —dije, rompiendo el hielo.

—Sí, bueno, ser doble agente no es tan divertido como en las películas —forzó una sonrisa que no le llegó a los ojos—. ¿Puedo pasar?

Le indiqué la silla de enfrente.
—Veo que encontraste la póliza de seguro de papá —dijo Isaiah, asintiendo hacia las fotos.

—¿Por qué no me dijiste lo que estabas haciendo? —La pregunta salió más áspera de lo que pretendía.

Se dejó caer en la silla.
—Porque tenía que enmendar las cosas. Después de todo lo de Holden, de cómo te traté durante el divorcio… Fui un idiota, Maddie.

—Eras mi hermano —corregí—. Se suponía que estuvieras de mi lado.

—Lo sé. —Abrió la carpeta y sacó un cheque—. Esto es lo que me ofreció Haley: medio millón de dólares por testificar que papá no estaba en pleno uso de sus facultades cuando hizo su testamento final. —Lo deslizó hacia mí—. Se lo llevé directamente a papá. Deberías haber visto su cara, Maddie. No estaba enfadado, solo… decepcionado. Entonces me habló de su plan.

—Hay más —continuó, sacando un teléfono—. Lo grabé todo. Cada reunión, cada oferta, cada amenaza. —Pulsó “play”.

La voz de Haley llenó la habitación:
—“…en cuanto el viejo estire la pata, impugnaremos el testamento. Con tu testimonio sobre su estado mental y la larga relación de Holden con él, nos quedaremos con todo. Esa Madeline no sabrá qué la golpeó.”

Mis manos se cerraron en puños. Avanzó la grabación.

Ahora la voz de Holden:
—“…venderemos la casa, liquidaremos los activos. Madeline puede volver a su apartamentito y a su patético negocio de jardinería. Nunca se mereció nada de esto.”

—Apágalo —susurré.

Isaiah obedeció y sacó un último documento.
—Por esto vine esta noche. Haley no solo quería dinero, Maddie. Quería vengarse de ti. Por hacer que Holden se sintiera culpable, por dejarlo en ridículo cuando los pillaste juntos. —Me deslizó el papel—. Fue su secretaria durante tres años. Este documento prueba que empezó a desfalcar en la empresa de papá seis meses antes de que los descubrieras.

—¿Papá sabía esto?

—Se enteró justo antes del diagnóstico. Estaba armando un caso contra ella, pero luego el cáncer… Entonces empezó a planear esto. A veces la justicia necesita otro camino.

—El codicilo —murmuré.

—Sí. Mañana será brutal, Maddie. Creen que lo tienen todo atado. Haley incluso contrató a un equipo de cámaras para documentar el “momento histórico” en que toman posesión del patrimonio.

A pesar de todo, me reí.
—Contrató cámaras para grabar su propia caída. A papá le habría encantado la ironía.

La mañana de la lectura del testamento amaneció luminosa y clara. El equipo de cámaras de Haley ya estaba instalado en el despacho.

—Deberías verla ahí fuera —anunció Isaiah, colándose por la puerta—. Practicando su discurso de aceptación.

Un alboroto en el pasillo lo interrumpió. La voz de Haley se coló por la puerta, aguda y excitada.
—¡Aquí pondremos la nueva araña! La vieja está tan pasada de moda.

—A sus puestos —murmuró Aaliyah, alisándose la chaqueta—. Que empiece el espectáculo.

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