—«¡La mitad del apartamento me pertenece!» —exclamó mi cuñada durante el funeral de mi padre. Ella ignoraba que, desde hacía diez años, yo estaba armando un expediente (o dosier) contra ella lleno de recibos.

Abro la carpeta… —Esto —saco el primer montón de recibos— son los gastos de medicamentos de diez años. Y aquí, las facturas de los servicios. Por último, aquí están las facturas de las tres reformas hechas en este apartamento.

El total de nuestros gastos para el cuidado de papá y el mantenimiento de esta vivienda —echo un vistazo al documento de resumen— corresponde precisamente a la mitad del valor de mercado del apartamento.

—Y ahora —continué con calma—, tienes dos opciones. La primera: deducimos inmediatamente la mitad de nuestros gastos de tu parte. Y tú recibes… —finjo calcular— digamos que, prácticamente nada.

La segunda opción: nos vemos en el tribunal, donde presentaré todos estos documentos y haré testificar a los vecinos que confirmarán quién cuidó realmente de papá. ¿Qué eliges?

Silencio total. El abogado de Alina me miró con un respeto no disimulado. En cuanto a Alina… se quedó mirando la pila de recibos, y su rostro pasó de la seguridad más confiada a la consternación, y luego a la ira más absoluta. Su plan se había derrumbado.

Desde entonces, no nos ha vuelto a llamar nunca. Y mi marido y yo vivimos tranquilamente en el apartamento de papá, donde cada rincón nos recuerda su presencia.

Así que díganme con franqueza: ¿actué en contra del espíritu familiar?

¡Gracias por leer! Su «me gusta» es el mejor reconocimiento. ¡Y espero con impaciencia sus historias en los comentarios!

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