Daniel negó con la cabeza.
“Creo que quería despedir a alguien. Tal vez estaba enojada, o solo quería demostrar su poder. Pero la verdad está en esta memoria.”
Decidieron reunirse con Richard Monroe al día siguiente —en privado— para mostrarle el video.
Pero ninguno de los dos imaginaba lo que pasaría después.
A la mañana siguiente, Richard se sentó rígido detrás de su enorme escritorio de roble mientras Daniel colocaba la laptop frente a él. Grace permanecía de pie, con las manos entrelazadas.
“¿De qué se trata esto?” preguntó Richard, irritado.
“Señor,” comenzó Daniel con cautela, “encontré una grabación de una cámara oculta en el despacho. Creo que debería verla.”
Presionó “reproducir”.
El silencio llenó la sala. Richard se inclinó hacia adelante, frunciendo el ceño al ver a su esposa en la pantalla, guardando el dinero en su bolso. Cuando el video terminó, se recostó en la silla, pálido y sin palabras.
“Esto… esto no puede ser real,” murmuró.
“Es real, señor,” afirmó Daniel. “La hora, el ángulo, todo coincide.”
Grace permaneció en silencio, con el corazón golpeándole el pecho.
Finalmente, Richard exhaló profundamente.
“Grace… lo siento mucho. No puedo creer que ella haya hecho esto.”
Llamó a Evelyn a la oficina unos minutos después.
Cuando ella entró y vio el video en la pantalla, su rostro se tornó blanco.
“Richard, yo—”
“No,” la interrumpió fríamente. “Humillaste a esta mujer. Me mentiste. ¿Por qué?”