La Hija del Millonario No Estaba Ciega, y Solo la Empleada se Dio Cuenta…

En dosis normales se usa para tratar ciertas condiciones oculares, pero esta fórmula es diferente, es agresiva. El uso prolongado, especialmente en niños, podría fácilmente causar pérdida temporal de la visión o incluso convencer a alguien de que es ciego. Elena miró el informe, su corazón latiendo con fuerza.

¿Estás diciendo que las gotas la dejaron ciega? Lucía asintió. Sí. Y si nunca fue completamente ciega para empezar, estas gotas habrían borrado la poca vista que tenía. Elena se sintió mal, se cubrió la boca y se sentó atónita. Elena le preguntó a Lucía si este tipo de cosas podría suceder por error.

Tal vez alguien había mezclado recetas o usado un tratamiento obsoleto, pero Lucía negó con la cabeza. No, esto no es un error. Esta fórmula fue intencional. Alguien la diseñó para restringir la visión. Elena miró el informe de nuevo y se congeló cuando vio el nombre impreso en la esquina del documento. Recetado por el Dr. Elías Serrano. Sus ojos se abrieron de par en par. Ese era el médico de Clara. La había tratado desde que nació.

Elena recordó el nombre de las etiquetas de los viejos registros. y frascos de medicamentos de clara. No podía creerlo. “¿Cómo es que esto está permitido?”, preguntó. Lucía frunció el seño. He oído hablar de él. Hace unos años hubo rumores sobre demandas por negligencia médica presentadas en su contra en varios estados.

Pensé que había dejado de ejercer. Elena se sintió mareada. Si este hombre había recetado a sabiendas medicamentos que dejaron ciega a Clara o la mantuvieron así, entonces se había hecho algo horrible. Agradeció a Lucía, tomó el informe y salió del hospital. De camino de regreso a la mansión, sus manos temblaban en el volante.

Esa noche, Elena se sentó con Javier en su oficina, colocó el informe del laboratorio frente a él y esperó mientras lo leía. Su expresión cambió lentamente de confusión a incredulidad y luego a algo más oscuro. Cuando vio el nombre del doctor Elías Serrano en negrita, se levantó bruscamente y caminó hacia la ventana en silencio durante un largo rato.

“Esto no puede ser real”, dijo finalmente. Él trató a Clara desde que era un recién nacido. dijo que no tenía respuesta retinal, que su nervio óptico estaba subdesarrollado. Me convenció de que nunca vería nada. Elena se mantuvo tranquila, explicando todo lo que Lucía había dicho, el químico, el propósito, los riesgos, todo apuntaba a una conclusión.

Clara no había nacido completamente ciega y las gotas habían empeorado su condición. Javier se sentó de nuevo, visiblemente afectado. Confié en él, murmuró. Seguí cada instrucción. Elena extendió la mano sobre la mesa. Tú no lo sabías, pero ahora lo sabemos. Javier asintió lentamente. Entonces, tenemos que encontrarlo. Tenemos que saber por qué hizo esto.

Primero a viejos colegas, luego a consultorios médicos en el estado y, finalmente, a la junta de licencias. Todos le dieron el mismo tipo de respuesta. El Dr. Elías Serrano no había ejercido la medicina en años. Su licencia había sido suspendida después de una serie de demandas que involucraban a otros niños. Casos que nunca habían llegado a las noticias nacionales, pero que eran lo suficientemente serios como para sacarlo de la profesión.

En cada caso, las familias habían reportado recetas extrañas, diagnósticos inconsistentes y daños a largo plazo. Javier sintió náuseas. se dio cuenta de que nunca había cuestionado realmente el tratamiento que Clara estaba recibiendo después de la muerte de su esposa. Simplemente había aceptado lo que el médico decía, confiando en su palabra sin pensar más a fondo.

Ahora entendía que esa confianza se había roto de la peor manera posible. Elena continuó su propia investigación en línea, encontrando algunos artículos en blogs oscuros y foros escritos por padres enojados. Una publicación mencionaba que Serrano se había ido de la ciudad en silencio, evitando los tribunales al llegar a acuerdos privados. Cuanto más aprendían, más claro se volvía.

se había desvanecido. Javier y Elena se sentaron en silencio esa noche, ambos abrumados. Clara dormía arriba sin saber la tormenta que ahora se desataba en torno a su pasado. Javier sostenía el informe del laboratorio en una mano y una foto de Clara en la otra. “Le robó años”, dijo en voz baja. Años en los que podría haber estado viendo, aprendiendo, viviendo. Elena asintió.

Su voz tranquila. pero firme, pero ya no está perdida, lo está recuperando lentamente. Javier la miró y por primera vez la dureza en su rostro pareció desvanecerse. “Tú la salvaste”, dijo. Elena negó con la cabeza. “Todavía tenemos un largo camino por recorrer.” Javier estuvo de acuerdo. Prometió que seguirían buscando a Serrano, incluso si tomaba meses.

Necesitaban un cierre, necesitaban justicia. Pero sobre todo necesitaban reconstruir el futuro de Clara sobre bases honestas. Esta vez mientras la noche se asentaba, ambos sintieron el peso de lo que se había descubierto. La verdad finalmente había salido a la luz y a partir de este momento no había vuelta atrás. Javier y Elena acordaron que era hora de hablar. La verdad sobre el Dr.

Serrano no podía permanecer oculta. Javier contactó a un periodista en quien había confiado en el pasado, alguien conocido por su periodismo cuidadoso y respetuoso. Juntos comenzaron a organizar registros médicos, resultados de pruebas y todos los documentos que demostraban que a Clara se le había administrado medicación peligrosa durante años.

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