La niña seguía progresando y ya asistía a una escuela regular. Sofía se convirtió en una presencia constante en la vida de Valeria, ganándose finalmente el cariño de su hija. Valeria comenzó a llamarla mamá Sofía, distinguiéndola de mamá Mariana. Cuando Mateo regresó a México, un año después encontró a una Valeria completamente transformada. Ahora con casi 4 años corría, saltaba y jugaba como cualquier niño de su edad. “Mateo!”, gritó ella corriendo para abrazarlo en el aeropuerto. “Princesa, ¿cómo has crecido?
Aprendí a andar en bicicleta”, dijo orgullosa. “En serio, no puedo esperar para verlo.” De vuelta en el hospital, Mateo aplicó las nuevas técnicas que había aprendido en China. Ahora, a los 6 años, era oficialmente reconocido como consultor especial en fisioterapia infantil del hospital. Médicos de otros países venían a México para conocer su trabajo. Mateo se convirtió en una pequeña celebridad mundial, pero nunca perdió su humildad y sencillez. Valeria, ahora con 5 años, se volvió embajadora de una campaña de concientización sobre necesidades especiales.
Daba charlas, obviamente adaptadas a su edad, contando su historia de superación. Yo no podía caminar, les decía a las audiencias emocionadas. Entonces llegó mi amigo Mateo y me enseñó que podía hacer todo lo que quisiera. Solo tenía que intentarlo de una manera diferente. Sofía finalmente se casó de nuevo con un médico pediatra que conoció durante las consultas de Valeria, pero mantuvo su papel en la vida de su hija, ahora como una madre presente y participativa. Eduardo y Mariana decidieron adoptar oficialmente a Mateo, que con 7 años ya hablaba con fluidez español, inglés y mandarín.
seguía con sus actividades en el hospital y lo estaban preparando para ingresar a un programa especial de medicina cuando tuviera la edad suficiente. El doctor Wong se mudó a México para dirigir un centro de investigación en fisioterapia infantil, teniendo a Mateo como su principal colaborador. Mateo cambió no solo la vida de un niño, dijo el Dr. Wong en una entrevista. cambió toda nuestra comprensión sobre el potencial humano de curación y superación. En el hospital se creó el Ala Mateo Flores en honor al niño y su madre.
Era un espacio dedicado al tratamiento de niños con necesidades especiales, donde técnicas convencionales y alternativas trabajaban juntas. Valeria, ahora con 6 años, tomaba clases de danza y gimnasia artística. Sus médicos se asombraban de su coordinación y fuerza. también comenzó a ayudar a Mateo con los niños más pequeños que llegaban al hospital. “Valeria es mi asistente especial”, bromeaba Mateo. Ella sabe lo que es no poder caminar, así que entiende a los demás pequeños pacientes. En una tarde especial, 5 años después de que Mateo llegara al hospital, toda la familia se reunió para celebrar el décimo cumpleaños de Valeria.
La niña que los médicos dijeron que nunca caminaría, estaba ahí corriendo por el jardín. jugando a las traes con otros niños. Mateo dijo Valeria deteniéndose junto a su amigo. Gracias por enseñarme a caminar. Gracias por enseñarme que los milagros existen cuando hay amor verdadero, respondió Mateo. Eduardo miró a su familia, Mariana, su amorosa esposa, Mateo, el hijo que el destino les trajo, Valeria, su hija que superó todas las limitaciones, y Sofía, que aprendió a ser madre después de casi perder esa oportunidad.
¿Sabes qué es lo más increíble de toda esta historia? Le dijo a Mariana. ¿Qué? Si Mateo no hubiera llegado a nuestras vidas, no solo habríamos perdido la oportunidad de que Valeria caminara, habríamos perdido la oportunidad de descubrir de qué somos capaces cuando amamos sin límites. Esa noche, Mateo escribió una carta para su madre, una tradición que mantenía desde que aprendió a escribir. Mamá, hoy Valeria cumplió 10 años. Está hermosa y fuerte. Puede correr, saltar, bailar. Todas las cosas que me enseñaste funcionaron.
Creo que tenías razón cuando decías que el amor lo cura todo. Ahora tengo una familia y me aman como tú me amabas, pero nunca te olvidaré. Todo lo bueno que hago en la vida es porque me enseñaste a ser bondadoso. Te amo para siempre, Mateo. El doctor Roberto, que se había convertido en una figura como de abuelo para Mateo, siempre decía a quien quisiera escuchar. Ese niño nos enseñó la lección más importante de la medicina. A veces la mejor medicina no viene de una farmacia, viene del corazón.
Y así la historia de Mateo y Valeria se convirtió en leyenda en el hospital San Ángel. Una historia de un niño sin familia que encontró su misión en la vida ayudando a una niña a descubrir que sus sueños no tenían límites. Años después, cuando Mateo se convirtió en el fisioterapeuta más joven titulado de México, a los 16 años siempre atribuyó su éxito a la madre que le enseñó a cuidar y a la familia que lo acogió. Valeria, ahora adolescente, estudiaba para ser médica pediatra.
Quería devolver toda la ayuda que recibió. cuidando a otros niños con necesidades especiales. Sofía escribió un libro contando la historia de la familia que se convirtió en un bestseller nacional. Todos los ingresos del libro fueron donados al centro de investigación dirigido por el Dr. Wong y Mateo. Mateo siguió siendo ese niño de corazón puro que creía que el amor puede sanar cualquier herida y superar cualquier limitación. demostró que a veces los milagros más grandes vienen en los paquetes más pequeños y que un corazón generoso puede cambiar el mundo una persona a la vez.