La esposa, a quien le quedaba muy poco tiempo de vida, recibió la visita en su habitación del hospital de una niña que le pidió que fuera su mamá.
Los acontecimientos se sucedieron rápidamente. Kolya fue detenido y se inició un proceso judicial. Alla firmó una declaración, confirmando su amenaza a la seguridad. El pasado se desmoronó, pero en su lugar nació algo nuevo: la confianza en el futuro.
Ahora, las primeras en entrar a la sala no fueron las enfermeras, sino Katya y su abuela. Yuri se quedó más tiempo de lo habitual, trajo noticias y apoyó no solo con palabras, sino también con hechos.
Por primera vez en muchos meses, Alla respiró libremente: delante no solo había luz, sino también la sensación de que había cambiado y de que viviría de nuevo.
La recuperación no llegó de inmediato, pero cada día estaba lleno de cuidados. Katya y su abuela trataban a Alla como si fuera de la familia: la abuela cocinaba caldo, la niña hacía representaciones con su osito de peluche favorito. Yuri siempre encontraba una palabra amable o un chiste. La sala rara vez estaba en silencio: alguien leía en voz alta, alguien reía, alguien compartía noticias.
El veredicto para Kolya fue justo. Alla se liberó de su poder, de la culpa ajena. Como si se deshiciera de un pesado caparazón, avanzó con confianza por el pasillo, de la mano de Katya y Yuri.
Y entonces llegó el tan esperado alta. En la puerta del hospital, sus allegados la recibieron: Katya con su abuela, Yuri con un ramo de flores y una vida completamente nueva, una con la que jamás había soñado.
—Ven a nuestra casa —dijo Katya, agarrándole la mano con firmeza—. Ahora eres nuestra.
Una brisa ligera, risas, alegrías sencillas, un apoyo que no nace del deber, sino de un sentimiento sincero. Alla se sintió como en casa por primera vez.
Yuri estaba cerca, sin ser intrusivo, como debía ser. Sus conversaciones se volvieron más cálidas, sus miradas más sinceras. Pasaron las tardes juntos en la gran mesa: té, pasteles, sueños sobre el futuro.
La vida apenas comenzaba, en un nuevo círculo, entre personas reales. Alla sonrió al verse reflejada en el espejo. Ahora lo sabía: la felicidad es posible.