No quería interponerse entre padre e hija, pero tampoco podía soltar la mano que la niña apretaba con desesperación. Alejandro sintió un nudo en la garganta. todo su poder, su dinero, su influencia y aún así no podía competir con el vínculo que aquella mujer había creado con su hija en cuestión de horas. Con voz baja, pero cargada de rabia, dijo, “Clara, necesito hablar contigo afuera ahora.” La niña se aferró más fuerte. “No.
“Clara le acarició la frente. Tranquila, pequeña. Solo hablaré con tu papá unos minutos. No me moveré de aquí, te lo prometo. Camila la soltó con dificultad, mirándola con ojos suplicantes. En el pasillo, Alejandro explotó. ¿Qué clase de juego es este? ¿Qué le hiciste a mi hija para que se aferre así a ti? Clara lo miró directamente con lágrimas en los ojos. No le hice nada, solo estuve cuando ella necesitaba a alguien.
Alejandro golpeó la pared con el puño desesperado. Eso no es suficiente para que me desafíe a mí. Soy su padre. Es suficiente cuando el padre no estuvo en el momento que más lo necesitaba, replicó Clara con voz temblorosa, pero firme. Alejandro la miró como si la odiara, pero también como si temiera que tuviera razón.
Ella es lo único que tengo susurró con la voz rota. No permitiré que me la arrebates. Clara. con el alma partida, respondió, “Yo no quiero arrebatarle nada. Yo quiero que viva. Tan difícil es de entender.” Alejandro se quedó en silencio. Su respiración era agitada, sus ojos ardían, pero por primera vez no tenía respuesta.
En ese instante, una enfermera salió de la habitación y lo llamó. “Señor Vega, su hija pregunta por Clara. No se calma si ella no está.” Alejandro sintió que el mundo se derrumbaba bajo sus pies. Sin decir palabra, abrió la puerta y observó la escena. Camila llorando, repitiendo el nombre de Clara. Y allí comprendió que no importaba cuánto lo odiara, si quería a su hija viva, necesitaba a esa mujer en su vida.
Esa noche, mientras Camila dormía tranquila aferrada a la mano de Clara, Alejandro se quedó en un rincón de la habitación, derrotado, mirándolas en silencio. En su interior ardía un conflicto brutal. Debía seguir viéndola como una enemiga o aceptar que por primera vez alguien estaba dándole a su hija lo que él nunca supo darle. El orgullo le decía que la echara.
El corazón, aunque no lo admitiera, empezaba a susurrarle otra cosa. Y Clara, acariciando el cabello de la niña, sabía que esa batalla aún no había terminado. Alejandro Vega no pegó un ojo en toda la noche. Permaneció en el sillón de la habitación, en penumbras, observando como su hija dormía tranquila, aferrada a la mano de Clara. Esa imagen lo desarmaba y lo enfurecía al mismo tiempo.
Su hija lo había apartado a él, su propio padre, para aferrarse a una mujer que apenas conocían. Cada vez que Camila se removía en sueños, apretaba más fuerte la mano de Clara, como si supiera que si la soltaba, la oscuridad volvería a llevársela. Y Clara, agotada, permanecía despierta, acariciándole el cabello, sin apartarse un segundo. Alejandro sintió una punzada en el pecho.
No era solo celos, era miedo. ¿Qué podía dar esa mujer que él con todo su poder y riqueza, no había podido? Cuando el reloj marcó las 4 de la madrugada, Alejandro salió de la habitación en silencio. Caminó por los pasillos vacíos del hospital con las manos en los bolsillos y llegó hasta la oficina del director.
No dudó en tocar la puerta con fuerza. “Señor Vega”, balbuceó el director al verlo entrar. “A estas horas quiero todo lo que tenga sobre Clara ahora.” Ordenó con voz gélida. El director tragó saliva. “Señor, no creo que sea, he dicho ahora.” Rugió Alejandro golpeando el escritorio. El hombre aterrado, abrió un archivo olvidado en un armario y colocó varias carpetas sobre la mesa.
Documentos amarillentos, reportes médicos, recortes de periódicos viejos. Alejandro empezó a leer con avidez. Las palabras escritas parecían cuchillos en la piel. Caso: Niño de 6 años, fallecido en cirugía menor. Informe preliminar, error de procedimiento. Testigo, enfermera Clara Ramírez. Conclusión oficial, sin responsabilidad médica comprobada.
Testimonio desestimado. Había más. Notas firmadas por directivos del hospital, rumores sobre conflictos internos, acusaciones veladas de insubordinación y difamación. Pero lo que más lo impactó fue un pequeño recorte de periódico con una foto borrosa, clara, más joven, con el rostro cansado y lágrimas en los ojos, saliendo del hospital escoltada por policías.
El titular decía, enfermera acusada de calumniar a médico respetado. Alejandro sintió un vuelco en el estómago. ¿Qué es esto?, preguntó con voz ronca. El director bajó la mirada. Ella descubrió que el cirujano había cometido una negligencia. El niño murió por su error. Clara reunió pruebas, incluso testigos, pero el médico era intocable.
La aplastaron con juicios, con rumores, con amenazas. La convirtieron en la culpable. Alejandro lo miró incrédulo. Y nadie hizo nada. Señor Vega, en este mundo el dinero habla más fuerte que la verdad. Las palabras resonaron como un eco insoportable. Alejandro, un hombre que siempre había controlado todo con su poder, se enfrentaba a una realidad incómoda.
Clara no era una oportunista, sino una víctima de lo mismo que él usaba a diario, la corrupción disfrazada de influencia. Horas después regresó a la habitación. Clara estaba dormida en la silla con la cabeza ladeada, pero aún así sostenía la mano de Camila. La niña, medio despierta, murmuraba en sueños. No me sueltes. Alejandro se acercó despacio.
La escena lo desarmó por completo. Se arrodilló junto a la cama y acarició la frente de su hija. Camila abrió los ojos apenas y sonrió débilmente. Papá, Clara se va a quedar conmigo, ¿verdad? Alejandro tragó saliva, miró a Clara agotada, pero con el rostro iluminado por una paz que él nunca había visto. No respondió a su hija, no podía.
Se levantó de golpe, salió al pasillo y apoyó la espalda contra la pared con el pecho agitado. “¿Qué me estás haciendo, Clara?”, susurró casi con rabia. “¿Por qué siento que mi mundo se derrumba cada vez que te miro? Esa misma mañana de regreso en la mansión, Alejandro reunió a los empleados en el salón principal.