Cuando el Rolls-Royce se detuvo frente al salón con paredes de cristal que daban vista al Pacífico, Brandon Carter estaba de pie, con su esmoquin de diseñador y una sonrisa fingida. Los reporteros tomaban fotos. Los invitados susurraban. Todo estaba como él había planeado: lujoso, grandioso, inolvidable.
Pero esta boda no era solo por amor… ni siquiera era el tipo de promesa que le había hecho a su exesposa, Hannah.
Han pasado cinco años desde que se divorciaron.
Brandon pasó de ser un joven empresario sin dinero a convertirse en un CEO millonario.
Y a medida que su riqueza crecía, también lo hacía su orgullo.
En algún momento, empezó a pensar que Hannah se había convertido en un obstáculo, un capítulo que debía borrar para tener una pareja más “adecuada”.
Ahora, casado con la influencer y socialité Bianca Lane, Brandon quería mostrarle al mundo lo lejos que había llegado.

Por eso le envió una invitación a Hannah—
no por bondad, sino como un espectáculo.
“Vendrá con un vestido sencillo, fingiendo estar feliz por mí,” le dijo a su padre.
“Pero todos verán la verdad. Ella es la perdedora.”
Lo que Brandon no sabía era que Hannah no llegaría sola.
Cinco años atrás