
La separación de Diana del príncipe Carlos y su posterior divorcio marcaron un período desafiante en su vida. A pesar de las luchas personales, conservó su apartamento en el Palacio de Kensington y el título de “Princesa de Gales”. El fallecimiento de Diana en 1997 dejó una profunda huella, con su funeral atrayendo la atención global y despedidas emocionales.

La vida pública de Diana fue extensamente documentada por los paparazzi, reflejando los altibajos de su trayectoria. Sus hijos, especialmente Harry, fueron testigos de los efectos perjudiciales de la atención mediática sobre su madre, influenciando la decisión de Harry de retirarse de sus deberes reales.