Hubo silencio en la notaría…

Miedo.

Pero no el miedo a perderla.

Miedo a decepcionar a su madre.

Tatiana sintió un nudo invisible apretándose alrededor de su garganta.

Margarita Ivanovna cerró la puerta del armario con tanta fuerza que Tatiana hizo una mueca.

“Está claro lo que te pasa”, dijo su suegra con frialdad. “Eres egoísta. Eres una desagradecida. Te recibimos en la familia. Somos tu padre”.

Miles, ayudó…

“Disculpa”, interrumpió Tatiana, “¿cómo ayudaste? Yo misma pagué el alquiler. Trabajo. Yo nos mantengo”.

“¡Ay, allá vamos!”, la suegra alzó las manos. “¡Ahora hasta me está reprochando! ¿Oíste eso, Vitya? ¡Tu mujer te está alimentando! ¡Te están humillando en tu propia casa!”

Víctor hizo una mueca como si le hubieran dado un golpe.

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