Hija de banquero. Desapareció en gala benéfica en Monterrey en 1999, 7 años después mesero haya esto. -DIUY

rizado con esmero y en la mano.
El iPhone más nuevo llevaba maquillaje cargado, delineado de ojos afilado, pero yo podía ver lo falso en la forma en que bajaba la cabeza, intentando aparentar cansancio. Todos en la sala sabían que estaba actuando, pero ella insistía en verse como una víctima. El juez, un hombre de mediana edad,

con rostro serio, sentado en lo alto, pidió a ambas partes que expusieran.
Armando se levantó, colocó el grueso expediente sobre la mesa, cada sección organizada como una acusación perfecta. Su Señoría, tenemos pruebas claras del abuso financiero y del abandono de las responsabilidades familiares por parte de la señora Valeria López hacia su esposo, el señor Miguel Pérez.

Comenzó con voz firme.
Empezó a mostrar en la pantalla grande estados de cuenta con gastos de lujo, yates, restaurantes exclusivos, joyas costosas. Luego facturas duplicadas que probaban que Valeria retiraba dinero de la cuenta de Miguel, incluso cuando él ya le había dado efectivo. Finalmente proyectó fotos de redes

sociales Valeria sonriendo en un yate, levantando una copa de coctel mientras Miguel estaba en la UCI, a sólo unas millas.
Me quedé sentada viendo cada imagen, cada una como un cuchillo en el corazón. Recordé la voz débil de Miguel. Mamá, te quiero. Y luego el pitido largo del monitor de ritmo cardíaco. Valeria no sólo se llevó el dinero, también se llevó los últimos días de vida de mi hijo. Días que pudo haber vivido.

Si hubiera recibido la atención adecuada.
Cerré el puño, mis uñas clavándose en la palma, conteniéndome para no llorar en la sala. El abogado de Valeria, un hombre joven con un traje brillante, se levantó para responder. Su Señoría, estos gastos son un derecho legal de la señora López como esposa del señor Pérez. Además, la enfermedad del

señor Pérez era irreversible.
No se puede responsabilizar a mi clienta. Su voz era fluída. Pero vi cómo Valeria evitaba mi mirada mientras él hablaba. Ella sabía la verdad y yo sabía que no podría negarla por mucho tiempo. Armando pidió llamar a un testigo y el doctor Julián, quien había tratado a Miguel, entró.

Se puso frente al tribunal con voz grave pero clara Si el señor Pérez hubiera sido ingresado antes y recibido la atención adecuada, habría podido vivir entre uno y dos años más. Pero nadie se puso en contacto con nosotros. Nadie lo visitó durante las dos semanas que estuvo en la UCI. La sala quedó

en silencio y vi a Valeria agachar la cabeza apretando el iPhone como si quisiera ocultar la vergüenza.
El juez me miró indicándome que hablara. Me puse de pie, el uniforme militar pesando sobre mis hombros, pero dándome fuerza. Miré directo a Valeria, luego al juez, con la voz temblorosa pero firme. Estaba ausente para proteger al país. Enviaba dinero confiando en que mi hijo estaba siendo cuidado.

Pero nadie tiene derecho a usar mi ausencia para matar a mi hijo.
Al terminar la sala, quedó en silencio. Sólo se escuchaban respiraciones suaves y el sonido del bolígrafo del secretario del tribunal. Valeria bajó la cabeza aún más, pero no vi ni una pizca de arrepentimiento en sus ojos. El juez asintió. Revisó el expediente una vez más antes de declarar. El

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