Hija de banquero. Desapareció en gala benéfica en Monterrey en 1999, 7 años después mesero haya esto. -DIUY

No, no autorizo.
Por favor, bloqueen el expediente de crédito de inmediato. La empleada dudó un momento y luego confirmó. De acuerdo, lo haremos de inmediato. ¿Desea dejar alguna instrucción adicional? No hace falta. Respondí y colgué. Me quedé sentada en la sala en silencio, escuchando sólo el crujido del

ventilador de techo.
Llamé a Luis, un viejo amigo del sector de telecomunicación que antes me había ayudado a localizar dispositivos en misiones secretas. Luis, necesito que revises un número de teléfono. Le dije con voz tranquila, pero cargada de urgencia. Es de Valeria López. Quiero saber dónde está. Luis aceptó sin

pensarlo y apenas diez minutos después me devolvió la llamada. La señal de su teléfono está en alta mar, en el mar de Cortés. Probablemente en un barco.
¿Te paso las coordenadas? Asentí. Aunque él no pudiera verme. Mandalas. Gracias. Empezaba a oscurecer y la luz que entraba por la ventana se tornaba de un tono naranja suave. Cerré la casa de Miguel con llave. Tomé las llaves de su vieja camioneta, esa de la que yo solía bromear, que era demasiado

vieja para un chico joven.
Conduje hasta el supermercado más cercano y compré agua, comida enlatada y tres candados nuevos. Los más resistentes que tenían. Al regresar, cambié todas las cerraduras de la puerta principal y la trasera con cada vuelta del destornillador. Imaginaba que cerraba de golpe el paso a Valeria,

bloqueando cualquier oportunidad de seguir aprovechándose. Coloqué cinta adhesiva militar con un código sobre cada candado.
Un hábito de mis días en el ejército para asegurarme de que nadie los manipulara mientras empacaba los papeles sueltos de Miguel en una caja de cartón. Encontré una libreta vieja de tapa de cuero gastada y con la cuerda floja. La abrí y el corazón me dio un vuelco al ver la letra conocida de

Miguel. Dentro había una lista de las cantidades de dinero que él le había dado a Valeria, cada una con fecha y su firma.
30.000 $. Marzo para que Valeria compre medicinas. 50.000 $. Abril. Valeria dijo que necesitaba dinero para reparar la casa. Fui pasando las páginas y noté que muchas coincidían con gastos lujosos en los estados de cuenta. Valeria no solo gastaba mi dinero, también engañaba a Miguel haciéndole creer

que lo usaba para cuidar de la familia.
Me dejé caer en la silla con la libreta en las manos, sintiendo que acababa de encontrar la última pieza del rompecabezas. No era sólo una prueba, era el relato de mi propio hijo. Una historia de traición que nunca alcanzó a contar. Pasé la mano por la hoja y las lágrimas me rodaron por las

mejillas. Miguel. Lo siento susurré. No sabía lo que habías tenido que soportar.
Pero en medio de ese dolor sentí una nueva determinación. Esa libreta era un eslabón clave. Algo que obligaría a Valeria a enfrentar su culpa. Me levanté, guardé la libreta en la caja junto con los demás papeles y miré alrededor de la casa. Todo seguía teniendo la huella de Miguel, el sillón donde

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