La ansiedad no se me iba.
Esperé.
Una hora.
Dos.
Tres.
Cuando los casamenteros regresaron, sus rostros reflejaban satisfacción.
— ¡Eso es! ¡Hemos llegado a un acuerdo! ¡Lena está de acuerdo! ¡Los padres están contentos! ¡Prepárense!
Sentí que algo se rompía dentro de mí.
— ¿Qué, Lena?…
— ¿Qué quieres decir, Lena? ¡Chernova! ¿Qué haces, Viktor?
El mundo daba vueltas.
Ni siquiera entendía cómo terminé en la calle.
6. La boda de la novia equivocada