Gano 500 mil pesos al mes, pero fue mi madrastra quien me presentó a una viuda. Seis meses después, entre lágrimas, tuve que agradecerle…

Nos sentamos a platicar. Le dije directo:
— Mi mamá quiere que me case contigo. Pero yo no quiero hacerlo solo por obligación.

Miriam se sorprendió y sonrió con melancolía:
— Ángela siempre bromeaba diciendo que debía ser tu esposa. Nunca pensé que lo dijera en serio. Pero no necesito lástima. Vivo por Ángel, no necesito que un hombre venga a rescatarme.

Sus palabras me dejaron sin habla.

De vuelta en la ciudad, la imagen de Miriam y su hijo me perseguía. Entre juntas y oficinas de lujo, sentía que me faltaba la paz sencilla que ellos transmitían.

Un mes después, le escribí. Comenzamos a hablar con frecuencia: sobre la escuela de Ángel, la tiendita, mi trabajo. Poco a poco comprendí: lo que me faltaba era justamente esa calma.

Con Miriam no había pretensiones. No esperaba regalos ni lujos. Con ella podía ser yo mismo.

Seis meses después, un sábado regresé a Guadalajara. Fui a su tienda, pero esta vez no compré nada. La miré a los ojos y le dije, con voz temblorosa:
— Miriam, ¿me darías una oportunidad? No porque mi mamá lo quiera, sino porque yo lo quiero. Quiero formar un hogar contigo y con Ángel.

Ella guardó silencio, luego sonrió suavemente y asintió.

La boda fue sencilla, en una iglesia antigua del centro de Guadalajara. Sin lujos, solo la familia y algunos amigos cercanos.

Cuando tomé de la mano a Miriam en el altar, mi madre Ángela estaba allí, con lágrimas en los ojos, sonriendo en silencio, con las manos temblorosas sobre el pecho como si rezara por nuestra felicidad.

En ese momento, me acerqué a ella, me incliné y susurré:
— Gracias, mamá… por darme una familia completa.

Ahora lo comprendo. Mi madrastra no eligió para mí a una mujer de apariencias, sino a alguien que sabe valorar la familia, que ha vivido el dolor y aprecia las pequeñas alegrías.

Con Miriam y Ángel no solo encontré un hogar, sino también me encontré a mí mismo: un hombre que aprendió a amar, a compartir y a agradecer.

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