“Fui su criada durante 10 años, pero el día que mi sangre salvó la vida de su hija, finalmente me preguntaron mi nombre”.
A la mañana siguiente, empaqué mis cosas.
Cuando la señora Estela me vio con la maleta, frunció el ceño:
—¿Adónde crees que vas?
La miré con los ojos llenos de todo lo que me robaron.
—Voy a buscar a un abogado —respondí con una voz que ya no temblaba.
Ella palideció.
—¿Qué dices?
—Estoy recuperando lo que me pertenece.
Clara es mi hija. Y usted… lo supo todo este tiempo.
💔 Final Part — “Fui su criada durante 10 años, pero el día que mi sangre salvó la vida de su hija, finalmente me preguntaron mi nombre”
El día del evento benéfico anual de la familia Santamaría, toda la élite de la ciudad se congregó en el salón principal de la mansión. Habían alfombras rojas, camareros vestidos de negro y blanco, y orquestas tocando violines como si todo el dolor del mundo no existiera más allá de sus muros dorados.
Yo estaba allí. Pero no como criada.
Sino como invitada especial.
Mi nombre estaba escrito en el cartel del evento: “Homenaje a la heroína silenciosa: Ayomide Nwosu”.
Sí, por primera vez, mi nombre estaba allí. Pronunciado. Celebrado. Reconocido.
María Fernanda, la hija a la que salvé con mi sangre, había organizado todo en secreto. Me buscó después de su recuperación, y me abrazó como si fuera su madre. Me pidió perdón llorando, con el corazón en la mano. Había leído mi archivo, investigado sobre mi pasado en Nigeria, e incluso contactado a organizaciones para ayudarme a legalizar mi situación y abrir mi propio centro de ayuda para mujeres inmigrantes.
Y allí estaba yo, vestida con un hermoso traje tradicional africano, frente a todos los que durante años me miraron sin verme.