“Durante los últimos días, mi corazón ha estado inquieto. Yo, Sofía, he trabajado en la empresa de mi jefe, Ricardo, por casi 3 años. El trabajo es un poco estresante, pero estable, y mis colegas son amigables. En cuanto al jefe Ricardo, aparte de ser serio en el trabajo, es muy atento y siempre crea un ambiente agradable para todos en la oficina.
Hoy, me invitaron a su casa, porque mi jefe dijo que quería agradecerme por haberlo ayudado a resolver un asunto importante en un proyecto. Acepté con gusto, pensando que era una buena oportunidad para conocer mejor a mi jefe y a su familia. Pero cuando entré en su casa, todas mis expectativas se vinieron abajo. De pie en la esquina de la sala, vi a un niño jugando con algunos juguetes. ¿El hijo de mi jefe? No pude evitar sorprenderme al ver al niño, porque era la viva imagen de mi hijo, Diego. Desde sus rasgos faciales, su mirada hasta su postura, eran idénticos. Un sentimiento indescriptible me oprimió el corazón. Me quedé inmóvil, sin poder creer lo que veían mis ojos. Sofía, ¿cómo era posible? ¿El hijo de mi jefe se parecía tanto al mío? No, seguro que estoy viendo mal, o es una extraña coincidencia. Intenté mantener la calma, entré en la sala y saludé.
“Hola, Sofía, hacía mucho que no te veía. Este es el hijo de Ricardo, el pequeño Mateo,” me presentó la secretaria de la empresa. Asentí y sonreí, pero mi mente daba vueltas. ¿Cómo podía estar pasando esto? En mi interior, una serie de preguntas comenzaron a surgir: ¿Por qué mi hijo y el de mi jefe se parecían tanto? ¿Hay algo que no sé? Durante la cena, observé cada gesto de mi jefe y del niño. El jefe Ricardo era muy atento, y el pequeño Mateo era educado e inteligente. Pero en el fondo de mi mente, no podía evitar comparar la imagen de mi hijo, Diego, con la de Mateo. Su mirada, la forma de su boca, su sonrisa, todo me confundía. Al final del encuentro, volví a casa con un estado de ánimo inestable. La historia se repetía una y otra vez en mi cabeza: ¿había un secreto detrás de este parecido? ¿Y el hijo de mi jefe tenía algo que ver con el mío? Al día siguiente, decidí investigar más sobre mi jefe Ricardo y su familia. Intenté preguntar a mis colegas y a las personas cercanas a mi jefe, pero todos se mostraban reservados, sin decir mucho.
Esa noche, fui a casa de una vieja amiga –Ana– que había trabajado con mi jefe Ricardo hace muchos años. Ana me miró con preocupación y dijo: “Sofía, en realidad, que el hijo de tu jefe y el tuyo se parezcan no es una coincidencia. Hay un secreto que pocas personas conocen.” Le pregunté con impaciencia: “Dímelo claramente, te estoy escuchando.”
Ana suspiró y me contó: