Para Raquel fue una sorpresa cuando Faustino la llevó al orfanato y le mostró a un bebé gordito que examinaba sus juguetes con una mirada concentrada.
—Mire, es aquel que habíamos encontrado.
Raquel miró al niño sin parar de sonreír.
—¡Cómo ha crecido!
Faustino y Raquel comenzaron a visitar a ese niño y a jugar con él. Para sorpresa de Raquel, después de una de las visitas, Faustino le propuso una cosa.
—Habría que adoptarlo, ¿no? El chaval no había elegido a sus padres, ¿qué culpa tiene? Adoptémoslo.
Raquel se quedó pensativa.
—Siendo un hombre soltero es muy difícil de hacer…
—De eso estoy hablando precisamente —dijo Faustino, emocionado—. Los dos hemos atravesado una época muy mala, pues ahora podemos hacer que nazca otra familia feliz: tú, yo y nuestro hijo. ¿Quieres casarte conmigo?
Durante unos instantes de silencio, Raquel miró a Faustino, miró su rostro lleno de emoción y luego susurró:
—Sí.
Unos meses después, cuando Faustino regresaba de un paseo con su bebé, Raquel salió al umbral, y en su rostro se percibió una sonrisa misteriosa. Cuando su esposo le preguntó cuál era la razón, siguió sonriendo, feliz, pero sin decir nada. Al final, al ver que Faustino se ponía preocupado, murmuró:
—El día en que Dani cumplió dos años, Faustino y Raquel tuvieron una hija.