Enfermeras empiezan a EMBARAZARSE al cuidar a un paciente en coma. Pero cuando se nota un detalle…

Pero eso es todo. Mañana tendremos un nuevo paciente. La enfermera asintió firme. Y puede contar conmigo para ayudar en sus cuidados, doctor. El día transcurrió con normalidad. Emanuel siguió con su rutina en el hospital, atendiendo consultas, pasando visita y acompañando otros casos. Pero en paralelo ya había solicitado al equipo de enfermería la preparación de la habitación 208, el espacio que recibiría al nuevo paciente. El médico no tenía idea de que aquella simple habitación en pocos meses se transformaría en el epicentro de un misterio que cambiaría su vida y la de muchas enfermeras para siempre.

A la mañana siguiente, Emanuel estaba en su consultorio revisando algunos historiales clínicos cuando escuchó golpes en la puerta. Al abrir, allí estaba nuevamente Tamara, algo apurada. Doctor Emanuel, vengo a avisar que la ambulancia con el paciente acaba de llegar. El médico levantó las cejas, acomodó la bata y respondió, perfecto. Será colocado en la habitación 208. Acompañe el proceso por mí, Tamara. Necesito pasar primero por la habitación de doña Conceis y enseguida iré al 208. Con una sonrisa de disposición, la enfermera respondió, “Claro, doctor.” Emanuel entonces siguió por los pasillos hasta la habitación de doña Conceison,

una señora que luchaba contra el síndrome de Guillan Barré, una enfermedad autoinmune, rara, en la que el sistema inmunológico ataca a los nervios periféricos. Ella había llegado a estar en coma en las etapas iniciales de la enfermedad, pero gracias al tratamiento venía recuperándose lentamente. Al entrar en la habitación, el médico preguntó con un tono amable y alentador, “¿Cómo está hoy, doña Conceisao?” La paciente, una señora de mirada dulce y voz firme, respondió, “Estoy bien, doctor. Ya estoy logrando mover un poco los pies.

Estoy haciendo la fisioterapia como usted mandó. Emanuel sonríó satisfecho con el progreso. Excelente. Continúe así que pronto tendrá el alta. Después podrá proseguir el tratamiento en casa cerca de la familia. Tras revisar los exámenes y prescribir la medicación adecuada, Emanuel se despidió y siguió rumbo a la habitación 208. Mientras caminaba por los pasillos del hospital, reflexionaba. 10 años en coma. Si no hizo fisioterapia frecuente, este paciente debe estar completamente atrofiado. Musculatura frágil, cuerpo debilitado. Necesito estar preparado para un cuadro delicado.

Pero en cuanto entró en la habitación, la escena ante sus ojos casi lo hizo perder el equilibrio. El choque le quitó el aliento. Pero, ¿cómo? ¿Cómo es esto posible?”, murmuró incrédulo, acercándose lentamente a la cama. Allí yacía el nuevo paciente, un hombre de apariencia joven, poco más de 30 años, piel sonroada, músculos definidos, como si acabara de salir de un gimnasio. El cuerpo estaba fuerte, saludable, vigoroso. Nada recordaba a alguien en coma durante una década. En realidad parecía solo un atleta en reposo tomando una siesta tranquila.

Emanuel llevó la mano a la boca estupefacto. Este, ¿este paciente en coma desde hace 10 años? Preguntó aún sin creer lo que veía. Tamara, que acompañaba la escena de cerca, confirmó con un leve asentimiento de cabeza. Sí, doctor, ese mismo. Por lo que vi en la documentación, su nombre es Ricardo. Atónito, Emanuel se acercó a la cama, extendió la mano y pasó los dedos cuidadosamente por el brazo del paciente, luego por el abdomen firme. Pero esto, esto es increíble.

Un paciente en coma tanto tiempo debería tener el abdomen hinchado, los músculos atrofiados, brazos delgados. ¿Cómo puede después de todos estos años presentar este porte físico? ¿Cómo? Tamara también observaba a Ricardo igualmente impresionada. Realmente, doctor, yo también me sorprendí. Estamos acostumbrados a lidiar con personas debilitadas, frágiles, pero este hombre parece solo estar durmiendo. Hizo una pequeña pausa, respiró hondo y continuó con los ojos fijos en el paciente. Es como usted mismo dijo, hay cosas que solo pueden ser milagro de Dios.

Tal vez este hombre sea uno de esos milagros y ahora con su tratamiento, ¿quién sabe si no despierte? El médico permaneció completamente boquia abierto. Observaba cada detalle del cuerpo del paciente y cuanto más analizaba, más crecía la sensación de estar ante algo fuera de lo común. No conseguía asociar a aquel hombre con la imagen de alguien en coma por 10 largos años. Tamara, quiero acompañar este caso de cerca, muy de cerca. Quiero todos los exámenes posibles, tomografías, análisis completos.

Este es un caso rarísimo. Hay algo diferente en este paciente, algo que necesitamos comprender. Decidida, la enfermera respondió sin dudar. De acuerdo, doctor. Yo misma prepararé todos los exámenes y desde ya me ofrezco a ser la enfermera responsable de Ricardo si usted lo permite. Por supuesto, quiero ayudar en todo lo que sea necesario. Emanuel la miró pensativo y finalmente estuvo de acuerdo. Claro. Voy a dejar registrado que tú serás la enfermera responsable de Ricardo. Él no imaginaba que aquella decisión, aparentemente simple y práctica, se convertiría en uno de los mayores errores de su carrera.

En pocos meses, se arrepentiría amargamente de haber concedido tanta responsabilidad. Ese mismo día, ya solo en su consultorio, el Dr. Emanuel permanecía inquieto. El impacto de ver a un paciente en coma desde hacía tanto tiempo, pero con aquel porte físico tan inusual, no salía de su mente. Mientras separaba historiales clínicos y preparaba solicitudes de exámenes, hablaba para sí mismo en voz baja, como si buscara convencerse de algo. Todavía no lo entiendo. ¿Cómo alguien puede estar en coma tanto tiempo y aún así tener ese cuerpo?

Leave a Comment