Todas las enfermeras que cuidaban a un paciente en coma durante más de 10 años empezaron a quedar embarazadas una por una dejando al médico responsable intrigado. Pero cuando decidió instalar una cámara secreta en la habitación del hospital y se dio cuenta de lo que estaba pasando con las enfermeras y el hombre en coma, cada vez que él no estaba cerca, llamó a la policía desesperado. Corran al hospital ahora. Corran que es una emergencia. Doctor, creo creo que me estoy sintiendo mal.
Tengo el estómago revuelto y estoy mareada. Discúlpeme, por favor. Dijo la enfermera Jessica llevándose la mano a la boca. Su respiración era corta, como si estuviera a punto de vomitar. En un impulso casi desesperado, salió corriendo por el pasillo del hospital hacia el baño, dejando atrás solo el eco apresurado de sus pasos. El Dr. Emanuel siguió la escena con los ojos muy abiertos, cargados de tensión. permaneció quieto unos instantes y luego desvió la mirada hacia un lado.
Allí estaba la cama de la habitación 208, donde reposaba Ricardo, un hombre que llevaba más de 10 años en coma. El silencio del cuarto parecía aún más pesado ante aquella situación extraña. Dios mío, que no sea lo que estoy pensando,” murmuró Emanuel para sí mismo, casi sin darse cuenta de que había hablado en voz alta. Respiró hondo y permaneció allí solo junto al paciente dormido. Mientras esperaba el regreso de la enfermera, se mantenía atento a los aparatos, a los cables y al leve sonido del monitor cardíaco, como si buscara en esa rutina algún alivio para la incómoda sensación que empezaba a invadir sus pensamientos.
Algunos minutos después, Jessica reapareció. Su expresión estaba más serena, pero sus ojos delataban que algo todavía no estaba bien. ¿Se siente mejor, Jessica? Preguntó el médico con un tono de sincera preocupación. La joven enfermera se acercó despacio, acomodándose la bata arrugada y respondió. Me dio un poco de mareo y una fuerte náusea. Tuve que correr al baño, pero ya estoy un poco mejor. Doctor, ¿podemos continuar? No fue nada grave. Emanuel asintió con la cabeza, pero el malestar en su mente continuaba.
Aún así, prefirió seguir con los procedimientos. se acercó al paciente y anunció con voz firme para que su equipo mantuviera el orden. Ahora vamos a cambiar el suero. Jessica se adelantó obediente a las órdenes de su superior, pero en cuanto levantó la mano para tocar el soporte del suero que alimentaba a Ricardo, una punzada aguda atravesó su estómago. La enfermera se dobló repentinamente llevando las manos al abdomen sin poder controlarse, vomitó allí mismo en el suelo frío y blanco de la habitación hospitalaria.
“Perdón, doctor, vino de repente”, dijo ella avergonzada, limpiándose a toda prisa la boca con la manga de la bata. El médico se asustó y enseguida se acercó, sosteniéndola con los brazos, dándole apoyo. Jessica, por el amor de Dios, no puede trabajar así. ¿Qué está sintiendo realmente? Dígamelo ahora. Su voz sonaba firme, pero también cargada de afecto y de una preocupación que intentaba no mostrar en exceso. La enfermera negó con la cabeza y aún débil trató de explicar.

Estoy bien, Dr. Emanuel. Solo fue una náusea, pero ya pasó. Yo misma limpio esto. Intentando apartarse, Jessica quiso soltarse, pero Emanuel sujetó sus brazos con firmeza, evitando que cayera. Él notó que sus piernas temblaban levemente y que su equilibrio estaba a punto de romperse. No, Jessica, no está nada bien. Ahora mismo la llevo a mi consultorio y la voy a examinar. Mientras tanto, pediré que alguien limpie aquí. La enfermera, todavía preocupada por sus responsabilidades, intentó argumentar con voz temblorosa.